jueves, 4 de agosto de 2011

LA PENA DE MUERTE de María Elena Walsh

María Elena Walsh junto a la Presidenta Argentina Dra. Cristina Fernández de Kirchner

Fui lapidada por adúltera. Mi esposo, que tenía manceba en casa y fuera de ella, arrojó la primera piedra, autorizado por los doctores de la ley y a la vista de mis hijos.


Me arrojaron a los leones por profesar una religión diferente a la del Estado.


Fui condenada a la hoguera, culpable de tener tratos con el demonio encarnado en mi pobre cuzco negro, y por ser portadora de un lunar en la espalda, estigma demoníaco.


Fui descuartizado por rebelarme contra la autoridad colonial.


Fui condenado a la horca por encabezar una rebelión de siervos hambrientos. Mi señor era el brazo de la Justicia.


Fui quemado vivo por sostener teorías heréticas, merced a un contubernio católico-protestante.


Fui enviada a la guillotina porque mis Camaradas revolucionarios consideraron aberrante que propusiera incluir los Derechos de la Mujer entre los Derechos del Hombre.


Me fusilaron en medio de la pampa, a causa de una interna de unitarios.


Me fusilaron encinta, junto con mi amante sacerdote, a causa de una interna de federales.


Me suicidaron por escribir poesía burguesa y decadente.


Fui enviado a la silla eléctrica a los veinte años de mi edad, sin tiempo de arrepentirme o convertirme en un hombre de bien, como suele decirse de los embriones en el claustro materno.


Me arrearon a la cámara de gas por pertenecer a un pueblo distinto al de los verdugos.


Me condenaron de facto por imprimir libelos subversivos, arrojándome semivivo a una fosa común.


A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con certeza qué delito merecía la pena capital. Siempre supieron que yo, no otro, era el culpable. Jamás dudaron de que el castigo era ejemplar. Cada vez que se alude a este escarmiento la Humanidad retrocede en cuatro patas.

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BIOGRAFÍA.

María Elena Walsh nació el 1 de febrero de 1930 en Ramos Mejía, suburbio de la ciudad de Buenos Aires. Caserón grande, con patios y gallinero, un pomerania negro, rosales, gatos, limoneros y naranjos y una higuera muy cómoda sobre cuyas ramas la hija rubia y pecosa de «un inglés del ferrocarril» leía durante la siesta de los mayores Los Tres Mosqueteros, Robinson Crusoe y La Cabaña del Tío Tom. Antes de finalizar sus estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes, a los diesisiete años, escribió su primer libro: Otoño Imperdonable, libro de poemas que mereciera el segundo premio Municipal de Poesía. Ya antes, en 1945, había publicado sus primeros versos en la legendaria revista El Hogar y en el suplemento literario de La Nación.



En 1948, viajó a los Estados Unidos invitada por Juan Ramón Jiménez. En 1952 partió hacia Europa, radicándose en París durante cuatro años. Allí, con Leda Valladares, formó un dúo que se dedicó a difundir el folclore argentino, recibiendo premios y el aplauso del público. Es en esa época también que comienza a escribir versos para niños.


Desde 1959 escribe guiones para TV, obras de teatro, canciones para niños. Las canciones de sus obras de teatro (Canciones para mirar, Doña Disparate y Bambuco, etc.), la letra y la música de sus canciones son cantadas por millares de niños en la Argentina, generación tras generación, quienes participan del mundo de fantasía e ingenio que les propone María Elena Walsh.
La escritora, dramaturga y cantautora María Elena Walsh falleció en Buenos Aires el 10 de enero del presente año 2011.


Su vida fue larga y su obra prolífica. Si bien su público es amplio y los géneros literarios con los cuales trabajó llegan a ser innumerables, su obra más conocida es sin lugar a dudas la infantil. Generaciones enteras tanto en Argentina, su país natal, como en otros puntos de América Latina pasaron sus primeros años de vida cantando las aventuras de una batata perteneciente a la nobleza, de una tortuga emigrante con ciertas tendencias estéticas o de una hembra bovina.






Lo cierto es que Maria Elena tomó con seriedad y humor al mismo tiempo a una audiencia a quien no se tomaba en cuenta en esa época: los niños. Sus escenarios fantásticos proponían trabajar la imaginación de quienes leían sus cuentos o escuchaban sus canciones. Y esas mismas personas que cantaban sus canciones de una manera automática y lúdica durante los primeros años de vida, crecían para darse cuenta que también cantaban sobre la libertad de expresión, los derechos humanos, el amor a la naturaleza y la educación, así como el desprecio a la pena de muerte.



Con mucha alegría despedimos a María Elena Walsh, porque su trabajo nos hizo saber que siempre estaremos invitados a tomar el té. Y eso, se agradece.







Fuente:"María Elena Walsh", de Alicia Dujovne, 1982
                Educa edu.

Melan

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