jueves, 27 de agosto de 2009

RIMAS HUMANAS de Lope de Vega




1

Era la alegre víspera del día

que la que sin igual nació en la tierra,

de la cárcel mortal y humana guerra

para la patria celestial salía;

y era la edad en que más viva ardía

la nueva sangre que mi pecho encierra,

cuando el consejo y la razón destierra

la vanidad que el apetito guía,

cuando Amor me enseñó la vez primera

de Lucinda en su sol los ojos bellos,

y me abrasó como si rayo fuera.

Dulce prisión y dulce arder por ellos;

sin duda que su fuego fue mi esfera,

que con verme morir descanso en ellos.

2

De hoy más las crespas sienes de olorosa

verbena y mirto coronarte puedes,juncos

o Manzanares, pues excedes

del Tajo la corriente caudalosa.

Lucinda en ti bañó su planta hermosa;

bien es que su dorado nombre heredes,

y que con perlas por arenas quedes,

mereciendo besar su nieve y rosa.

Y yo envidiar pudiera tu fortuna,

mas he llorado en ti lágrimas tantas,

(tú, buen testigo de mi amargo lloro),

que mezclada en tus aguas pudo alguna

de Lucinda tocar las tiernas plantas,

y convertirse en tus arenas de oro.

3

Vierte racimos la gloriosa palma,

y sin amor se pone estéril luto;

Dafnes se queja en su laurel sin fruto,

Narciso en blancas hojas se desalma.

Está la tierra sin la lluvia en calma,

viles hierbas produce el campo enjuto,

porque nunca el Amor pagó tributo,

gime en su piedra de Anaxarte el alma.

Oro engendra al amor de agua y de arenas,

porque las conchas aman el rocío,

quedan de perlas orientales llenas.

No desprecies, Lucinda hermosa, el mío,

que al trasponer del sol, las azucenas

pierden el lustre, y nuestra edad el brío.

4

Si culpa el concebir, nacer tormento,

guerra vivir, la muerte fin humano;

si después de hombre, tierra y vil gusano,

y después de gusano, polvo y viento;

si viento nada, y nada el fundamento,

flor la hermosura, la ambición tirano,

la fama y gloria, pensamiento vano,

y vano en cuanto piensa el pensamiento,

¿quién anda en este mar para anegarse?

¿De qué sirve en quimeras consumirse,

ni pensar otra cosa que salvarse?

¿De qué sirve estimarse y preferirse,

buscar memoria habiendo de olvidarse,

y edificar habiendo de partirse?

5

Céfiro blando que mis quejas tristes

tantas veces llevaste, claras fuentes

que con mis tiernas lágrimas ardientes

vuestro dulce licor ponzoña hicistes;

selvas que mis querellas esparcistes

,ásperos montes a mi mal presentes,

ríos que de mis ojos siempre ausentes,

veneno al mar, como a tirano distes;

pues la aspereza de rigor tan fiero

no me permite voz articulada,

decid a mi desdén que por él muero.

Que si la viere el mundo transformada

en el laurel que por dureza espero,

della veréis mi frente coronada.

6

Que otras veces amé negar no puedo,

pero entonces amor tomó conmigo

la espada negra, como diestro amigo,

señalando los golpes en el miedo.

Mas esta vez que batallando quedo,

blanca la espada y cierto el enemigo,

no os espantéis que llore su castigo,

pues al pasado amor amando excedo.

Cuando con armas falsas esgrimía,

de las heridas truje en el vestido

(sin tocarme en el pecho) las señales

;mas en el alma ya, Lucinda mía,

donde mortales en dolor han sido,

y en el remedio heridas inmortales.

7

El pastor que en el monte anduvo al hielo,

al pie del mismo, derribando un pino,

en saliendo el lucero vespertino

enciende lumbre y duerme sin recelo.

Dejan las aves con la noche el vuelo,

el campo el buey, la senda el peregrino,

la hoz el trigo, la guadaña el lino,

que al fin descansa cuando cubre el cielo.

Yo solo, aunque la noche con su manto

esparza sueño y cuanto vive aduerma,

tengo mis ojos de descanso faltos.

Argos los vuelve la ocasión y el llanto,

sin vara de Mercurio que los duerma,

que los ojos del alma están muy altos.

8

Ir y quedarse, y con quedar partirse,

partir sin alma, e ir con alma ajena,

oír la dulce voz de una sirena

y no poder del árbol desasirse;

arder como la vela y consumirse,

haciendo torres sobre tierna arena;

caer de un cielo, y ser demonio en pena,

y de serlo jamás arrepentirse;

hablar entre las mudas soledades,

pedir prestada sobre fe paciencia,

y lo que es temporal llamar eterno;

creer sospechas y negar verdades,

es lo que llaman en el mundo ausencia,

fuego en el alma, y en la vida infierno.

9

Con nuevos lazos, como el mismo Apolo,

hallé en cabello a mi Lucinda un día,

tan hermosa, que al cielo parecía

en la risa del alba, abriendo el polo.

Vino un aire sutil, y desatólo

con blando golpe por la frente mía,

y dije a amor que para qué tejía

mil cuerdas juntas para un arco solo.

Pero él responde: «Fugitivo mío,

que burlaste mis brazos, hoy aguardo

de nuevo echar prisión a tu albedrío».

Yo triste, que por ella muero y ardo,

la red quise romper, ¡qué desvarío!,

pues más me enredo mientras más me guardo.

10

Quiero escribir, y el llanto no me deja,

pruebo a llorar, y no descanso tanto,

vuelvo a tomar la pluma, y vuelve el llanto,

todo me impide el bien, todo me aqueja.

Si el llanto dura, el alma se me queja,

si el escribir, mis ojos, y si en tanto

por muerte o por consuelo me levanto,

de entrambos la esperanza se me aleja.

Ve blanco al fin, papel, y a quien penetra

el centro deste pecho que enciendele di

(si en tanto bien pudieres verte),

que haga de mis lágrimas la letra,

pues ya que no lo siente, bien entiende,

que cuanto escribo y lloro, todo es muerte.

11

Lucinda, yo me siento arder, y sigo

el sol que deste incendio causa el daño,

que porque no me encuentre el desengaño

tengo al engaño por eterno amigo.

Siento el error, no siento lo que digo,

a mí yo propio me parezco extraño;

pasan mis años, sin que llegue un año

que esté seguro yo de mí conmigo.

¡Oh dura ley de amor, que todos huyen

la causa de su mal, y yo la espero

siempre en mi margen, como humilde río!

Pero si las estrellas daño influyen,

y con las de tus ojos nací y muero,

¿cómo las venceré sin albedrío?

12

Cayó la torre que en el viento hacían

mis altos pensamientos castigados,

que yacen por el suelo derribados

cuando con sus extremos competían.

Atrevidos al sol llegar querían,

y morir en sus rayos abrasados,

de cuya luz contentos y engañados,

como la ciega mariposa ardían.

¡Oh, siempre aborrecido desengaño,

amado al procurarte, odioso al verte,

que en lugar de sanar abres la herida!

¡Pluguiera a Dios duraras, dulce engaño,

que si ha de dar un desengaño muerte,

mejor es un engaño que da vida!

13

Desde que viene la rosada Aurora

hasta que el viejo Atlante esconde el día,

lloran mis ojos con igual porfía

su claro sol que otras montañas dora;

y desde que del caos adonde mora

sale la noche perezosa y fría,

hasta que a Venus otra vez envía,

vuelvo a llorar vuestro rigor, señora.

Así que ni la noche me socorre,

ni el día me sosiega y entretiene,

ni hallo medio en extremos tan extraños.

Mi vida va volando, el tiempo corre,

y mientras mi esperanza con vos viene,

callando pasan los ligeros años.

14

Rota barquilla mía, que arrojada

de tanta envidia y amistad fingida,

de mi paciencia por el mar regida

con remos de mi pluma y de mi espada,

una sin corte y otra mal cortada,

conservaste las fuerzas de la vida,

entre los puertos del favor rompida,

y entre las esperanzas quebrantada;

sigue tu estrella en tantos desengaños,

que quien no los creyó sin duda es loco,

ni hay enemigo vil ni amigo cierto.

Pues has pasado los mejores años,

ya para lo que queda, pues es poco,

ni tema a la mar, ni esperes puerto.

15

Esto de imaginar si está en su casa,

si salió, si la hablaron, si fue vista;

temer que se componga, adorne y vista

,andar siempre mirando lo que pasa;

temblar del otro que de amor se abrasa,

y con hacienda y alma la conquista;

querer que al oro y al amor resista,

morirme si se ausenta o si se casa;

celar todo galán rico y mancebo,

pensar que piensa en otro si en mí piensa

rondar la noche y contemplar el día,

obliga, Marcio, a enamorar de nuevo;

pero saber cómo pasó la ofensa,

no sólo desobliga, mas enfría.

16

Daba sustento a un pajarillo un día

Lucinda, y por los hierros del portillo

fuésele de la jaula el pajarillo

al libre viento en que vivir solía.

Con un suspiro a la ocasión tardía

tendió la mano, y no pudiendo asillo,

dijo (y de las mejillas amarillo

volvió el clavel que entre su nieve ardía):

¿Adónde vas por despreciar el nido,

al peligro de ligas y de balas,

y el dueño huyes que tu pico adora?».

Oyóla el pajarillo enternecido,

y a la antigua prisión volvió las alas,

que tanto puede una mujer que llora.

17

Es la mujer del hombre lo más bueno,

y locura decir que lo más malo,

su vida suele ser y su regalo,

su muerte suele ser y su veneno.

Cielo a los ojos, cándido y sereno,

que muchas veces al infierno igualo,

por raro al mundo su valor señalo,

por falso al hombre su rigor condeno.

Ella nos da su sangre, ella nos cría,

no ha hecho el cielo cosa más ingrata:

es un ángel, y a veces una arpía.

Quiere, aborrece, trata bien, maltrata,

y es la mujer al fin como sangría,

que a veces da salud, y a veces mata.

18

Esparcido el cabello por la espalda

que fue del sol desprecio y maravilla,

Silvia cogía por la verde orilla

del mar de Cádiz conchas en su falda.

El agua entre el hinojo de esmeralda,

para que entrase más, su curso humilla;

tejió de mimbre una alta canastilla,

y púsola en su frente por guirnalda.

Mas cuando ya desamparó la playa,

«Mal haya, dijo, el agua, que tan poca

con su sal me abrasó pies y vestidos».

Yo estaba cerca y respondí: «Mal haya

la sal que tiene tu graciosa boca,

que así tiene abrasados mis sentidos».

19

Serrana celestial de esta montaña,

por quien el sol, que sus peñascos dora,

sale más presto a ver la blanca Auroraç

que a la noche venció, que el mundo engaña,

a quien aquel Pastor santo acompaña,

que en el cayado de su cruz adora

cuanto ganado en estas sierras mora

y con su marca de su sangre baña.

¿Cómo tenéis, si os llama electro y rosa

el Espejo, a quien dais tiernos abrazos,

color morena, aunque de gracia llena?

Pero aunque sois morena, sois hermosa,

y ¿qué mucho si a Dios tenéis en brazos,

que dándoos tanto sol, estéis morena?

20

Desmayarse, atreverse, estar furioso,

áspero, tierno, liberal, esquivo,

alentado, mortal, difunto, vivo,

leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,

mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,

enojado, valiente, fugitivo,

satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,

beber veneno por licor suave,

olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,

dar la vida y el alma a un desengaño;

esto es amor, quien lo probó lo sabe.



BIOGRAFÍA.


(Félix Lope de Vega y Carpio, Madrid, 1562- id., 1635) Escritor español. Lope de Vega procedía de una familia humilde y su vida fue sumamente agitada y llena de lances amorosos. Estudió en los jesuitas de Madrid (1574) y cursó estudios universitarios en Alcalá (1576), aunque no consiguió el grado de bachiller.
Debido a la composición de unos libelos difamatorios contra la comedianta Elena Osorio (Filis) y su familia, por desengaños amorosos, Lope de Vega fue desterrado de la corte (1588-1595). No fue éste el único proceso en el que se vio envuelto: en 1596, después de ser indultado en 1595 del destierro, fue procesado por amancebamiento con Antonia de Trillo.
Estuvo enrolado, al menos, en dos expediciones militares, una la que conquistó la isla Terceira en las Azores (1583), al mando de don Álvaro de Bazán, y la otra, en la Armada Invencible. Fue secretario de varios personajes importantes, como el marqués de Malpica o el duque de Alba, y a partir de 1605 estuvo al servicio del duque de Sessa, relación sustentada en una amistad mutua.
Lope se casó dos veces: con Isabel de Urbina (Belisa), con la que contrajo matrimonio por poderes tras haberla raptado antes de salir desterrado de Madrid; y con Juana de Guardo en 1598. Aparte de estos dos matrimonios, su vida amorosa fue muy intensa, ya que mantuvo relaciones con numerosas mujeres, incluso después de haber sido ordenado sacerdote. Entre sus amantes se puede citar a Marina de Aragón, Micaela Luján (Camila Lucinda) con la que tuvo dos hijos, Marcela y Lope Félix, y Marta de Nevares (Amarilis y Marcia Leonarda), además de las ya citadas anteriormente.
Lope de Vega
La obra y la biografía de Lope de Vega presentan una gran trabazón, y ambas fueron de una exuberancia casi anormal. Como otros escritores de su tiempo, cultivó todos los géneros literarios.
La primera novela que escribió, La Arcadia (1598), es una obra pastoril en la que incluyó numerosos poemas. En Los pastores de Belén (1612), otra novela pastoril pero «a lo divino», incluyó, de nuevo, numerosos poemas sacros. Entre estas dos apareció la novela bizantina El peregrino en su patria (1604), que incluye cuatro autos sacramentales. La Filomena y La Circe contienen cuatro novelas cortas de tipo italianizante, dedicadas a Marta de Nevares. A la tradición de La Celestina, la comedia humanística en lengua vulgar, se adscribe La Dorotea, donde narra sus frustrados amores juveniles con Elena Osorio.
Su obra poética usó de todas las formas posibles y le atrajo por igual la lírica popular y la culterana de Góngora, aunque, en general, defendió el «verso claro». Por un lado están los poemas extensos y unitarios, de tono narrativo y asunto a menudo épico o mitológico, como, por ejemplo: La Dragontea (1598); La hermosura de Angélica (1602), inspirado en el Orlando de Ariosto; Jerusalén conquistada (1609), basada en Tasso; La Andrómeda (1621); La Circe (1624). De temática religiosa es El Isidro (1599) y también los Soliloquios amorosos (1626). La Gatomaquia (1634) es una parodia épica.
En cuanto a los poemas breves, su lírica usó de todos los metros y géneros. Se encuentra recogida en las Rimas (1602), Rimas sacras (1614), Romancero espiritual (1619), Triunfos divinos con otras rimas sacras (1625), Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos (1634) y la Vega del Parnaso (1637).
Donde realmente vemos al Lope renovador es en el género dramático. Después de una larga experiencia de muchos años escribiendo para la escena, Lope compuso, a petición de la Academia de Madrid, el Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609). En él expone sus teorías dramáticas que vienen a ser un contrapunto a las teorías horacianas, expuestas en la Epístola a los Pisones.
De las tres unidades -acción, tiempo y lugar-, Lope sólo aconseja respetar la unidad de acción para mantener la verosimilitud, y rechaza las otras dos, sobre todo en las obras históricas, donde se comprende el absurdo de su observación; aconseja la mezcla de lo trágico y lo cómico (en consonancia con el autor de La Celestina), de ahí la enorme importancia de la figura del gracioso en su teatro y, en general, en todas las obras del Siglo de Oro; regulariza el uso de las estrofas de acuerdo con las situaciones y acude al acervo tradicional español para extraer de él sus argumentos (crónicas, romances, cancioncillas).


Fuente. Los poetas.com

Biografías y Vidas.


Melan

viernes, 21 de agosto de 2009

CÓMO ESCRIBIR LITERATURA ERÓTICA de Alicia Steimberg


(Buenos aires, septiembre de 1993)
A pesar de todo lo que dicen y repiten los manuales de sexología sobre su universalidad e inocuidad, la masturbación es un hecho generalmente mal visto; para una persona a la vez tímida y vanidosa como lo es un argentino, confesar que a veces se masturba sería francamente una vergüenza. Se puede hablar de las relaciones sexuales y hasta de las homosexuales, pero no de la masturbación porque eso equivaldría a confesar que uno es un ser infantil, que no ha madurado del todo y que no tiene agallas para conquistar a una mujer o a un hombre y perpetrar con ellos todas esas actividades que constituyen el intercambio sexual. El acto de escribir literatura "erótica", es decir una literatura que apela a la sensualidad, la provoca, la excita, es un acto masturbatorio para el que la escribe y para el que la lee, y probablemente es por eso, y no por lo que describe, que le da un poco de vergüenza al autor y al lector. Un poco, claro, no estamos en la Edad Media, aunque a veces parece que lo estuviéramos, a juzgar por las nerviosas preguntas de los periodistas y reporteros a quienes les toca entrevistar a un escritor "erótico", o las del público cuando en las mesas redondas sobre "Literatura erótica", por ejemplo, pone a los panelistas entre la espada y la pared para que definan la diferencia entre "erótico" y "pornográfico", y más aun: entre "erótico", "pornográfico" y "obsceno". En general el público no ha leído los libros de los autores invitados, de manera que esta obsesiva insistencia en la diferenciación entre los términos tal vez obedezca a un miedo instintivo a excitarse en público. Y, al fin y al cabo, ¿Para qué escribirlo? No alcanza ya con hacerlo, quebrando las prohibiciones a las que nos han acostumbrado?

Cualquier ser humano, cuando se masturba, ejerce su capacidad de imaginar: los que miran las fotos de la revista Playboy a la vez que se masturban ejercen una tercera actividad secreta: la de fantasear que están con la muchacha de la foto, con una muchacha de carne y hueso que pueden tocar y penetrar. Las mujeres suelen no ser tan expeditivas y hasta dejan aparecer alguna escena platónica antes de llegar a imaginar la actividad sexual concreta. Las revistas que ofrecen el equivalente de Playboy dedicado a las mujeres, con hombres que muestran sus falos de tamaño realzado por el ángulo de la foto, no son tan populares ni tan eficaces, quizá porque no es mirar el falo lo que excita a una mujer, sino cosas de índole diferente, a veces más sutiles, a las que desea dedicar más tiempo y más espacio. Obsérvese el caso, patéticamente repetido, de la mujer que le suplica al marido que vayan a tomar cierto cóctel a cierta confitería donde se puede bailar al son de música lenta. El marido no tiene ganas, o no tiene tiempo para dedicar a esas tonterías y el descarnado acto sexual realizado con premura en el lecho conyugal, mientras se oyen los gritos de los chicos del otro lado de la puerta no alcanza, ni alcanzará nunca a satisfacer a la mujer. Pero estas cosas no tienen remedio; si el marido llega a aceptar la propuesta de la confitería es posible que se suscite, allí mismo, una discusión desagradable, y que sólo la mujer beba el añorado cóctel mientras el marido, con gesto hosco, apura una tacita de café más amargo que la desesperanza. Entre tanto la mujer, con cada sorbo del cóctel donde impera el gin, sueña tal vez con otro hombre, uno que con sólo tomarle la mano y oprimírsela la haga vibrar entera, y luego sueña con el momento en que se cierra la puerta del ascensor en el hotel de citas y él la abraza, y se besan, y los cuerpos se ponen íntimamente en contacto, y las lenguas inician su delicioso diálogo; el ascensor se detiene y las puertas se abren automáticamente a un corredor alfombrado y desierto, los amantes recorren de la mano la corta distancia hasta la primera puerta de las que dan al corredor, mira si no es maravilloso, cariño: número 18, el mismo número tallado en este inmenso llavero de bronce, sé que estás erecto, mi cielo, sé que estás húmeda, mi vida, apenas deja que me quite la chaqueta y nos arrojaremos al lecho para abrazarnos y besarnos bien, la ropa nos molesta, capullito de alhelí, ¿qué dices? ¿capullito de alhelí? Digo capullito de alhelí, capullitos son tus pezones, mi alma, ¿en qué momento te quitaste los pantalones, ángel mío? Ya tu pierna velluda se restriega contra mi pierna, qué, ¿ya me penetras? ¿No teníamos que...? Calla, calla, ahora no puedo esperar, ay, mi chiquita, ay mi vida, voy a perder la cabeza por tu amor, dice la voz de Julio Iglesias por el parlante escondido entre las tenues luces de neón en la cabecera de la cama. Pero, ¿por qué crees que hablamos esta especie de español caribeño? Para imitarlo a él, a Julio Iglesias, que hoy se lleva el cincuenta por ciento del crédito por cada buen orgasmo. Pero si Julio Iglesias es español. No importa, habla así porque yo quiero que hable así. Imagínate, cariño, que si ella es escritora puede poner cualquier cosa en el papel, y hasta publicarlo. Y mira que le dijimos que las manecitas no debían tocar ciertas partecitas de su cuerpo. ¿Por qué no debían tocarlas? ¿No eran suyas? Claro que no eran suyas. Hay partes de nuestro cuerpo que no nos pertenecen. ¿Pero se pueden tocar para lavarlas? Para lavarlas, sí, es claro, rápidamente y sin acompañar ese puro acto de higiene con ningún mal pensamiento. Pero yo soy judía, Padre, no sé si la religión judía castiga también los malos pensamientos. -¿De veras no lo sabes? -No, Padre. -¿Pero sabes que nosotros los católicos sabemos que se castigan los malos pensamientos? -Sí, Padre. Sé que un mal pensamiento es un pecado venial y se limpia torturando la mente con la repetición de una misma oración muchas veces seguidas. -¿Cómo lo sabes? -Lo espié en el catecismo de mi compañera de banco en el colegio. Espiar también es un pecado, ¿verdad, Padre? -No sabría que contestarte, niña, porque lo que espiabas era la Verdad Revelada. Pero en vez de seguir espiando el catecismo debiste venir a nuestros brazos y hacerte bautizar. ¿Por qué no lo hiciste? -Lo pensé, Padre, lo pensé muchas veces. El agua bautismal borra todos los pecados. Pensé que un día cualquiera podía masturbarme por última vez en mi vida, luego ir a hablar con el cura de la iglesia parroquial, hacerme bautizar y no masturbarme nunca más, y nunca tendría que confesárselo a nadie. -¿Por qué no lo hiciste? -Me parecía injusto, Padre. Hubiera sido algo así como aprovecharme de los sacramentos. Y no estaba en absoluto segura de que no iba a masturbarme nunca más. Y así fue como nunca me hice católica. Ni quise averiguar, por las dudas, si la religión hebrea prohibe la masturbación, si castiga los malos pensamientos. Prefiero no saberlo, porque no me gustaría enterarme de que no los castiga. Sé que los jóvenes rabinos de los grupos más ortodoxos no pueden tocar a las mujeres, excepto a su esposa, ni siquiera para estrecharles la mano. -Me parece muy bien. -¿Quién le pidió su opinión? -¿No está hablando conmigo? -No, no estoy hablando con usted. -¿Con quién está hablando?

La dificultad de reproducir la propia historia sexual estriba en que está indisolublemente mezclada con otras cosas y hechos de la vida; si se intenta separarla resulta extraña y a menudo patética. El libro verdaderamente "erótico", pienso, es el que llega al erotismo por caminos imprevistos, incluso para el autor mismo, y sale de él con la misma naturalidad con la que entró. Siempre produce un poco de timidez, como si uno, sin quererlo, estuviese espiando una escena privada por el ojo de la cerradura.





BIOGRAFÍA.




Alicia Steimberg
Cronología
1933


Nace en Buenos Aires.
1951


Se recibe de Maestra Normal en el Instituto Nacional del Profesorado en Lenguas Vivas.
1954


Egresa del Instituto Nacional del Profesorado en Lenguas Vivas con el título de Profesora Nacional con especialidad en inglés.
1971


Su novela "Músicos y relojeros" resulta finalista en los concursos de Barral (Barcelona) y Monte Avila (Caracas), y es publicada en Buenos Aires por el Centro Editor de América Latina.
1973Ediciones de La Flor, de Buenos Aires, publica su novela "La loca 101" (finalista en el concurso Barral, de Barcelona).Recibe el "Satiricón de Oro", premio otorgado por la revista Satiricón.
1981


La editorial Pomaire publica su novela "Su espíritu inocente".
1983


Se edita en Buenos Aires, su libro de cuentos "Como todas las mañanas". Uno de los relatos que integran el volumen, "Última voluntad y testamento de Cecilia", fue ganador del Primer Premio del concurso organizado por la Sociedad Argentina de Escritores, en 1980.Recibe la beca Fulbright y participa, durante tres meses, del encuentro de escritores International Writing Program, en Iowa.
1986


La editorial Emecé publica, en Buenos Aires, la novela "El árbol del placer".
1989


Su novela "Amatista" es la finalista única en el concurso "La sonrisa vertical" organizado por la editorial Tusquets (España).
1991


Aparece la nouvelle para adolescentes "El mundo no es de polenta" (Libros del Quirquincho).
1992


Recibe el Premio Planeta Biblioteca del Sur por la novela "Cuando digo Magdalena"."El mundo de Steimberg es consecuente y constante: el descubrimiento de lo insólito en la banalidad de la vida cotidiana, el dolor por las pérdidas, el jugoso rescate del filón cómico del erotismo, la recuperación de un pasado familiar poblado de seres tan desubicados como conmovedores. (...) Con asombrosa tenacidad, Steimberg ha ido consolidando un lenguaje coherente y personal, un discurso regido por una mirada rayana en lo naif, la inflexión entre pícara y deslumbrada de un personaje narrador (casi siempre, una mujer) que se formula interrogantes elementales aun en cuestiones que irónicamente suenan a cierta metafísica de entrecasa, como ocurre con esta Magdalena que se pregunta cómo se las arreglaría un judío en el Cielo de los cristianos. [...] En ‘Cuando digo Magdalena’ todo es engañoso, deliberadamente ambiguo, desde los triángulos amorosos furtivos y las demás relaciones de los personajes participantes de aquel fugaz veraneo en Las Lilas, hasta la multiplicidad de voces que dialogan con la protagonista. Es un verdadero enjambre de presencias (no siempre imaginarias), que la lleva a ella misma a preguntarse por la identidad de su interlocutor (‘¿Quién habló?’), una suerte de diálogo polifónico de improbable corroboración, algo que no pasó inadvertido al inolvidable Enrique Pezzoni, cuando observó que en los relatos de Alicia Steimberg ‘el mundo real y el mundo posible no se excluyen mutuamente ni se interpenetran, diluyendo la frontera entre ambos; al contrario, esa frontera es en ellos el espacio único, total, imanado, fascinante’", escribió Néstor Tirri, en el diario La Nación, Buenos Aires, el 27 de febrero de 2002.




Fuente. Literatura argentina contemporánea. www.literatura.org


Audiovideoteca.




Melan.


LA MUJER ES UN MISTERIO (Ensayo) de Ángeles Mastretta


Hay una estampa que guarda el más importante archivo fotográfico de la Revolución Mexicana, por la que camina hacia cualquier batalla un grupo de revolucionarios montados a caballo. Altivos y solemnes, con sus dobles cananas cruzándoles el pecho y sus imponentes sombreros cubriéndoles la luz que les ciega los ojos y se los esconde al fotógrafo, parece como si todos llevaran una venda negra a través de la cual creen saber a dónde van.
Junto a ellos caminan sus mujeres, cargadas con canastas y trapos, parque y rebozos. Menos ensombrecidas que los hombres, marchan sin reticencia a su mismo destino: los acompañan y los llevan, los cobijan y los cargan, los apacientan y los padecen.
Muchas veces las mujeres mexicanas de hoy vemos esa foto con la piedad avergonzada de quien está en otro lado, pero muchas otras tenemos la certidumbre de ser como esas mujeres. De que seguimos caminando tras los hombres y sus ciegos proyectos con una docilidad que nos lastima y empequeñece. Sin embargo, hemos de aceptar que las cosas no son del todo iguales. Creo que con la prisa y la fiebre con que nos ha tocado participar, padecer y gozar estos cambios, ni siquiera sabemos cuánto han cambiado algunas ideas y muchos comportamientos.
Muchas de las mujeres que viven en las ciudades trabajan cada vez más fuera de sus casas, dejan de necesitar que un hombre las mantenga, se bastan a sí mismas, se entregan con pasión y con éxito a la política y al arte, a las finanzas o la medicina. Viajan, hacen el amor sin remilgos y sin pedirle permiso a nadie, se mezclan con los hombres en las cantinas a las que antes tenían prohibida la entrada, deambulan por la calle a cualquier hora de la noche sin necesidad de perro, guardián o marido que las proteja, no temen vivir solas, controlan sus embarazos, cuidan y gustan de sus cuerpos, usan la ropa y los peinado que se len antojan, piden con más fuerza que vergüenza la ayuda de sus parejas en el cuidado de los hijos, se divorcian, vuelven a enamorarse, leen y discuten con más avidez que los hombres, conversan y dirimen con una libertad de imaginación y lengua que hubiera sido el sueño dorado de sus abuelas.
Estamos viviendo de una manera que muchas de nosotras ni siquiera hubiéramos podido soñar hace veinticinco años. Comparo por ejemplo el modo en que las mujeres de mi generación cumplíamos quince años, y el modo en que los cumplen nuestras hijas.
Algunas de las mujeres jóvenes que viven en el campo también han empezado a buscarse vidas distintas de las que les depararía el yugo que nuestros campesinos tienen sobre sus mujeres, mil veces como la consecuencia feroz del yugo y la ignorancia que nuestra sociedad aún no ha podido evitarles tampoco a los hombres del campo.
Muchas de ellas son capaces de emigrar sin más compañía que su imaginación, y llegan a las ciudades con la esperanza como un fuego interno y el miedo escondido bajo los zapatos que abandonan con su primer salario. Son mujeres casi siempre muy jóvenes que están dispuestas a trabajar en cualquier sitio donde estén a salvo de la autoridad patriarcal y sus arbitrariedades. Mujeres hartas de moler el maíz y hacer las tortillas, parir los hijos hasta desgastarse y convivir con golpes y malos tratos a cambio de nada.
Mujeres que desean tan poco, que se alegran con la libertad para pasearse los domingos en la Alameda y las tardes de abril por las banquetas más cercanas a su trabajo. Mujeres que andan buscando un novio menos bruto que los del pueblo, uno que no les pegue cuando paren niña en vez de niño, que les canten una canción de Juan Gabriel y les digan mentiras por la ventana antes de violentarlas sin hablar más y hacerles un hijo a los quince años.
En muchas mujeres estas nuevas maneras de comportarse tienen detrás la reflexión y la voluntad de vivir y convivir fuera de lo que hizo famoso a México por el alarde de sus machos y la docilidad de sus hembras. Entre otras cosas porque alguna de esta fama era injusta. Yo creo que mujeres briosas y valientes han existido siempre en nuestro país, sólo que hace medio siglo parte del valor consistía más que en la rebelión en la paciencia y antes que en la libertad en el deber de cuidar a otros.
Quizá uno de los trabajos más arduos de las mujeres mexicanas ha sido la continua demanda de atención y cuidados que han ejercido sus parejas. Lo que en los últimos tiempos ha hecho a los hombres más vulnerables, porque como son bastante incapaces para manejar lo doméstico, basta con abandonarlos a su suerte cuando se portan mal. Cosa que las mujeres han empezado a hacer con menos culpa y más frecuencia.
Entre más aptas son, entre más acceso tienen a la educación y al trabajo, más libres quedan para querer o detestar a los machos que sus brazos cobijan.
Otra muestra de preponderancia masculina en la vida familiar ha sido –como en otros países, no sólo latinoamericanos sino europeos y norteamericanos- la voluntad de tratar mujeres como animales domésticos a los que puede castigarse con gritos y muchas veces con golpes. Eso también es algo que cambia en nuestro país. Cada vez es mayor el número de mujeres que denuncian las arbitrariedades en su contra y no se quedan a soportarlas como lo hicieran sus antepasadas.
Han transcurrido ochenta años desde el día en que se tomó la foto del archivo y las mujeres mexicanas aún hacen la guerra de sus hombres, aún arrastran y cuidan a sus heridos, aún mantienen a sus borrachos, atestiguan sus borracheras, escuchan sus promesas y rememoran sus mentiras. Pero ya no rigen sus vidas según el trote y la magnificencia de los hombres. Aún lloran sus infidelidades, sosiegan sus fidelidades, pero ya no los despiden y albergan sólo según el antojo de las inescrutables batallas masculinas.
Quizás es este el cambio más significativo: las mujeres actuales tienen sus propias batallas y, cada vez más, hay quienes caminan desatadas, lejos del impecable designio de un ejército formado por hombres ciegos.
Las mujeres mexicanas del fin de siglo ya no quieren ni pueden delegar su destino y sus guerras al imprevisible capricho de los señores, ya ni siquiera gastan las horas en dilucidar si padecen o no una sociedad dominada por el machismo, ellas no pierden el tiempo, porque no quieren perder su guerra audaz y apresurada, porque tienen mucho que andar, porque hace apenas poco que han atisbado la realidad del sueño dormido en la cabeza de la mujer que ilumina una vieja estampa con su cuerpo cargado de canastas y balas: para tener un hombre no es necesario seguirlo a pie y sin replicar.
Suena bien ¿verdad? Sin embargo, llevar a la práctica tal sentencia no siempre resulta fácil, agradable, feliz. Por varios motivos. Entre otros, porque las mujeres que se proponen asumir esta sentencia no fueron educadas para su nuevo destino y les pesa a veces incluso físicamente ir en su busca: se deshicieron de una carga, pero han tomado algunas más arduas, por ejemplo enfrentar todos los días la idea aún generalizada de que las mujeres deben dedicarse a atender su chiquero, a hablar de sí mismas entre sí mismas, para sí mismas, a llorar su dolor y su tormenta en el baño de sus casas, en la iglesia, en el teléfono, a tararear en silencio la canción que les invade el cuerpo como un fuego destinado a consumirse sin deslumbrar a nadie.
Muchas veces esta idea aparece incluso dentro de sus adoloridas cabezas, de su colon irritado, junto con su fiera gastritis cotidiana. O, peor aún, deriva en repentinas depresiones a las que rige la culpa y el desasosiego que produce la falta de asidero en quienes supieron desde niñas que no tendrían sino asideros en la vida.
Sin ánimo de volver a hacernos las mártires, debemos aceptar cuánto pesa buscarse un destino distinto al que se previó para nosotras, litigar, ahora ya ni siquiera frontalmente, dado que los movimientos de liberación femenina han sido aplacados porque se considera que sus demandas ya fueron satisfechas, con una sociedad que todavía no sabe asumir sin hostilidad y rencores a quienes cambian.
Me preguntaba hace poco un periodista: ¿Por qué a pesar de todo lo logrado, las mujeres hacen sentir que no han conquistado la igualdad? ¿Qué falta?
Falta justamente la igualdad, le respondí. ¿Por qué si un hombre tiene un romance extraconyugal es un afortunado y una mujer en la misma circunstancia es una piruja? ¿El hombre un ser generoso al que le da el corazón para dos fiebres y la mujer una cualquiera que no respeta a su marido? ¿Por qué no nos parece aberrante un hombre de cincuenta años entre las piernas de una adolescente y nos disgusta y repele la idea de una mujer de treinta y cinco con un muchacho de veintiséis? ¿Por qué una mujer de cuarenta y cinco empieza a envejecer y un hombre de cuarenta y cinco está en la edad más interesante de su vida? ¿Por qué detrás de todo gran hombre hay una gran mujer y detrás de una gran mujer casi siempre hay un vacío provocado por el horror de los hombre a que los vean menos? ¿Por qué los esposos de las mujeres jefes de Estado no se hacen cargo de las instituciones dedicadas al cuidado de los niños? ¿Por qué a nadie se le ocurre pedirle al esposo de una funcionaria de alto nivel que se adscriba al voluntariado social? ¿Por qué las mujeres que ni se pintan ni usan zapatos de tacón son consideradas por las propias mujeres como unas viejas fodongas cuando todos los hombres andan en zapatos bajos y de cara lavada sintiéndose muy guapos? ¿Por qué se consideran cualidades masculinas la fuerza y la razón y cualidades femeninas la belleza y la intuición? ¿Por qué si un hombre puede embarazar a tres distintas mujeres por semana y una mujer sólo puede embarazarse una vez cada diez meses, los anticonceptivos están orientados en su mayoría hacia las mujeres?
Y puedo seguir: ¿por qué al hacerse de una profesión las mujeres tienen que actuar como hombres para tener éxito? ¿Por qué los pretextos femeninos –tengo la regla o mi hijo está enfermo, por ejemplo- no pueden ser usados para fallas en el trabajo, y los pretextos masculinos –estoy crudo, perdonen ustedes pero vengo de un tibio lecho, por ejemplo- son siempre aceptados con afecto y complicidad?
¿Por qué la libertad sexual a la que accedimos las mujeres ha tenido que manejarse como la libertad sexual de la que hace siglos disfrutan los hombres? ¿Por qué las mujeres nos pusimos a hacer el amor sin preguntas cuando cada vez seguía latente en nuestros cuerpos la pregunta ¿qué es esta maravilla? Y aceptamos sin más la respuesta que los hombres se dieron tiempo atrás y que a tantos desfalcos los ha conducido: "este es un misterio, ponte a hacerlo".
Sólo los poetas han querido librarse de usar esta respuesta para responder a las múltiples preguntas que los hombres responden con ella, pero los poetas, como las mujeres, no gozan todavía de mucho prestigio nacional. Prestigio tienen los misterios, no quienes se empeñan en descifrarlos. Y los misterios, como casi todo lo prestigioso, los inventaron los hombres. Con ese prestigio nos han entretenido mucho tiempo. Cuántas veces y desde cuándo nos hemos sentido halagadas al oír la sentencia patria que dice: la mujer es un misterio.
Y ¿por qué no? La virgen de Guadalupe es un misterio, la Coatlicue es un misterio, la muerte en un misterio, la mujer debe ser un misterio y las sociedades sensatas no hurgan en los misterios, sólo los mantienen perfecta y sistemáticamente sitiados como tales. La virgen de Guadalupe en la basílica, la Coatlicue en el Museo de Antropología y ¿las mujeres?
Las mujeres ya no quieren seguir a los hombres a pie y sin replicar. Bueno y vaya, parece que se nos ha dicho. Y nos hemos subido a los caballos y trabajamos el doble y hasta nos hemos puesto al frente de nuestras propias batallas.
Por todo eso, incluso hemos encontrado prestigio y reconocimiento. Sin embargo, aún no desciframos el misterio. Aún no sabemos bien a bien quiénes somos, mucho menos sabemos quiénes y cómo son las otras mujeres mexicanas.
La última tarde que pasé en México, fui a una de las apresuradas compras de zapatos que siempre doy en hacer antes de salir de viaje. Volvía de una elegante zona comercial encerrada en mi coche que olía bonito, canturreando una canción que cantaba en mi tocacintas la hermosa voz de Guadalupe Pineda.
Estaba contenta. Conmigo, con mis amores, con la idea de viajar, con la vida.
Entonces me detuvo en un semáforo el rostro espantoso de una mujer que pedía limosna mientras cargaba a un niño. Estamos acostumbrados a esos encuentros. Sin embargo, la cara que cayó sobre mí esa tarde era inolvidable de tan fea.
-Debe estar enferma- me dije-. Y no eres tú. Es ella, es otra mujer. Tú eres una mujer que vive en otra parte, eres una escritora, una testigo. No la subas a tu coche, no ensucies tu bien ganada dicha de hoy, no la cargues, déjala en la esquina con su niño moquiento y sus preguntas que tan poco tienen que ver con las tuyas. Y corre a terminar tu conferencia sobre la situación actual de las mujeres mexicanas. Corre a ver si desde tu fortuna tocas algún misterio.
Corrí. Y aquí estoy después de darle vueltas por dos horas, todavía con la certidumbre de que no he tocado el misterio.
[Ángeles Mastretta, Puerto libre. México: Ed. Cal y Arena, 1993. Edición autorizada para el Proyecto Ensayo Hispánico; versión digital de Carlos Coria-Sánchez]

© José Luis Gómez-MartínezNota: Esta versión electrónica se provee únicamente con fines educativos. Cualquier reproducción destinada a otros fines, deberá obtener los permisos que en cada caso correspondan.


BIOGRAFÍA.


México (Puebla, 1949)
Realizó sus estudios pre-universitarios en su ciudad natal, pasando en 1971 a residir en Ciudad de México. Estudió periodismo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, obteniendo el título en Comunicaciones y colaborando en diversos periódicos y revistas locales. Fue directora de Difusión Cultural de la ENEP y directora del Museo del Chopo. Posteriormente pasó a formar parte del consejo editorial de la revista Nexos, de la que su marido fue director, en la que continúa escribiendo artículos.Su primera y quizás más famosa novela, fue Arráncame la vida, con la que obtuvo el Premio Mazatlán, y que ha sido traducida a varios idiomas. Su segunda novela Mal de amores recibió el premio Rómulo Gallegos. En sus novelas, narra la realidad política y social del México que le ha tocado vivir, especialmente desde el punto de vista femenino. Su acercamiento al movimiento feminista, le ha hecho asumir sus ideas, convirtiéndose en su estandarte.


Fuente: Antología del Ensayo Ibero e Iberoamericano. Ensayistas.org

Lecturalia.


Melan.

miércoles, 19 de agosto de 2009

NIEBLA y otros fragmentos de Miguel de Unamuno



Niebla (fragmento)




Mientras iba así hablando consigo mismo cruzó con Eugenia sin advertir siquiera el resplandor de sus ojos. La niebla espiritual era demasiado densa. Pero Eugenia, por su parte, sí se fijó en él, diciéndose: "¿Quién será este joven?, ¡no tiene mal porte y parece bien acomodado!" Y es que, sin darse clara cuenta de ello, adivinó a uno que por la mañana la había seguido. Las mujeres saben siempre cuándo se las mira, aun sin verlas, y cuándo se las ve sin mirarlas.Y siguieron los dos, Augusto y Eugenia, en direcciones contrarias, cortando con sus almas la enmarañada telaraña espiritual de la calle. Porque la calle forma un tejido en que se entrecruzan miradas de deseo, de envidia, de desdén, de compasión, de amor, de odio, viejas palabras cuyo espíritu quedó cristalizado, pensamientos, anhelos, toda una tela misteriosa que envuelve las almas de los que pasan.(...)El amor precede al conocimiento, y este mata a aquel. Nihil volitum quin praecognitum, me enseñó el padre Zaramillo, pero yo he llegado a la conclusión contraria y es que nihil cognitum quin praevolitum. Conocer es perdonar, dicen. No, perdonar es conocer. Primero el amor, el conocimiento después. Pero ¿cómo no vi que me daba mate al descubierto? Y para amar algo, ¿qué basta? ¡Vislumbrarlo! El vislumbre; he aquí la intuición amorosa, el vislumbre en la niebla. Luego viene el precisarse, la visión perfecta, el resolverse la niebla en gotas de agua o en granizo, o en nieve, o en piedra. La ciencia es una pedrea. ¡No, no, niebla, niebla! ¡Quién fuera águila para pasearse por los senos de las nubes! Y ver al sol a través de ellas, como lumbre nebulosa también. "
El Poder de la Palabrawww.epdlp.com










En torno al casticismo (fragmento)








" Recórrense a las veces leguas y más leguas desiertas, sin divisar apenas más que la llanura inacabable donde verdea el trigo o amarillea el rastrojo, alguna procesión monótona y grave de pardas encinas, de verde severo y perenne, que pasan lentamente espaciadas, o de tristes pinos que levantan sus cabezas uniformes. De cuando en cuando, a la orilla de algún pobre regato medio seco o de un río claro, unos pocos álamos, que en la soledad infinita adquieren vida intensa y profunda. De ordinario anuncian estos álamos al hombre: hay por allí algún pueblo, tendido en la llanura al sol, tostado por éste y curtido por el hielo, de adobes muy a menudo, dibujando en el azul del cielo la silueta de su campanario. En el fondo se ve muchas veces el espinazo de la sierra y, al acercarse a ella, no montañas redondas en forma de borona, verdes y frescas, cuajadas de arbolado, donde salpiquen al vencido helecho la flor amarilla de la árgoma y la roja del brezo. Son estribaciones huesosas y descarnadas peñas erizadas de riscos, colinas recortadas que ponen al desnudo las capas de terreno resquebrajado de sed, cubiertas cuando más de pobres hierbas, donde sólo levantan cabeza el cardo rudo y la retama desnuda y olorosa. "





Del sentimiento trágico de la vida (fragmento)








La mente busca lo muerto pues lo vivo se le escapa; quiere cuajar en témpanos la corriente fugitiva, quiere fijarla. Para analizar un cuerpo, hay que menguarlo o destruirlo. Para comprender algo hay que matarlo, enrigidecerlo en la mente. La ciencia es un cementerio de ideas muertas, aunque de ellas salga vida. También los gusanos se alimentan de cadáveres. Mis propios pensamientos tumultuosos y agitados en los senos de mi mente, desgajados de su raíz cordial, vertidos a este papel y fijados en él en formas inalterables, son ya cadáveres de pensamientos. ¿Cómo pues, va a abrirse la razón a la revelación de la vida? Es un trágico combate, es el fondo de la tragedia, el combate de la vida con la razón. "







BIOGRAFÍA:

(España, 1864-1936)
Filósofo y escritor español, considerado por muchos como uno de los pensadores españoles más destacados de la época moderna. Nacido en Bilbao, Unamuno estudió en la Universidad de Madrid donde se doctoró en filosofía y letras con la tesis titulada Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca (1884), que anticipaba sus posturas contrarias al nacionalismo vasco de Sabino Arana. Fue catedrático de griego en la Universidad de Salamanca desde 1891 hasta 1901, en que fue nombrado rector. En 1914 fue obligado a dimitir de su cargo académico por sus ataques a la monarquía de Alfonso XIII; sin embargo, continuó enseñando griego. En 1924 su enfrentamiento con la dictadura de Miguel Primo de Rivera provocó su confinamiento en Fuerteventura (islas Canarias). Más tarde se trasladó a Francia, donde vivió en exilio voluntario hasta 1930, año en que cae el régimen de Primo de Rivera. Unamuno regresó entonces a su cargo de rector en Salamanca, que no abandonaría hasta su muerte. Aunque al principio fue comprensivo con la sublevación del ejército español que enseguida encabezó el general, Francisco Franco, pronto les censuró públicamente: en un acto celebrado en la Universidad de Salamanca, su comentario “venceréis, pero no convenceréis”, provocó la respuesta del general Millán Astray, uno de los sublevados: "¡Viva la muerte y muera la inteligencia!". Sus últimos días los pasó recluido en su domicilio de Salamanca. Unamuno fue poeta, novelista, autor teatral y crítico literario. Su filosofía, que no era sistemática sino más bien una negación de cualquier sistema y una afirmación de “fe en la fe misma”, impregna toda su producción. Formado intelectualmente en el racionalismo y en el positivismo, durante su juventud simpatizó con el socialismo, escribiendo varios artículos para el periódico El Socialista, donde mostraba su preocupación por la situación de España, siendo en un primer momento favorable a su europeización, aunque posteriormente adoptaría una postura más nacionalista. Esta preocupación por España (que reflejó en su frase “¡Me duele España!”) se manifiesta en sus ensayos recogidos en sus libros En torno al casticismo (1895), Vida de Don Quijote y Sancho (1905), donde hace del libro cervantino la expresión máxima de la escuela española y permanente modelo de idealismo, y Por tierras de Portugal y España (1911). También son frecuentes los poemas dedicados a exaltar las tierras de Castilla, considerada la médula de España. Más tarde, la influencia de filósofos como Arthur Schopenhaner, Adolf von Harnack o Sören Aabye Kierkegaard, entre otros, y una crisis personal (cuando contaba 33 años) contribuyeron a que rechazara el racionalismo, al que contrapuso la necesidad de una creencia voluntarista de Dios y la consideración del carácter existencial de los hechos. Sus meditaciones (desde una óptica vitalista que anticipa el existencialismo) sobre el sentido de la vida humana, en el que juegan un papel fundamental la idea de la inmortalidad (que daría sentido a la existencia humana) y de un dios (que debe ser el sostén del hombre) son un enfrentamiento entre su razón, que le lleva al escepticismo y su corazón, que necesita desesperadamente de Dios. Aunque sus dos grandes obras sobre estos temas son Del sentimiento trágico de la vida (1913) y La agonía del cristianismo (1925), toda su producción literaria está impregnada de esas preocupaciones. Cultivó todos los géneros literarios. Su narrativa comienza con Paz en la guerra (1897), donde desarrolla la “intrahistoria” galdosiana, y continúa con Niebla (1914) —que llamó nivola, en un intento de renovar las técnicas narrativas—. La tía Tula y San Manuel Bueno, mártir (1933). Entre su obra poética destaca El Cristo de Velázquez (1920), mientras que su teatro ha tenido menos éxito, pues la densidad de ideas no va acompañada de la necesaria fluidez escénica; en este terreno destacan Raquel encadenada (1921), Medea (1933) o El hermano Juan (estrenada en 1954).







BIOGRAFÍA:





Miguel de Unamuno
(Bilbao, 1864 - Salamanca, 1936) Escritor, poeta y filósofo español, principal exponente de la Generación del 98.
Entre 1880 y 1884 estudió filosofía y letras en la universidad de Madrid, época durante la cual leyó a T. Carlyle, Herber Spencer, Friedrich Hegel y Karl Marx. Se doctoró con la tesis Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca, y poco después accedió a la cátedra de lengua y literatura griega en la universidad de Salamanca, en la que desde 1901 fue rector y catedrático de historia de la lengua castellana.
Inicialmente sus preocupaciones intelectuales se centraron en las cuestiones éticas y los móviles de su fe. Desde el principio trató de articular su pensamiento sobre la base de la dialéctica hegeliana y más tarde acabó buscando en las dispares intuiciones filosóficas de Spencer, Sören Kierkegaard, W. James y H. Bergson, entre otros, vías de salida a su crisis religiosa.
Sin embargo, las contradicciones personales y las paradojas que afloraban en su pensamiento actuaron impidiendo el desarrollo de un sistema coherente, de modo que hubo de recurrir a la literatura, en tanto que expresión de la intimidad, para resolver algunos aspectos de la realidad de su yo. Esa angustia personal y su idea básica de entender al hombre como "ente de carne y hueso", y la vida como un fin en sí mismo se proyectaron en obras como En torno al casticismo (1895), Mi religión y otros ensayos (1910), Soliloquios y conversaciones (1911) o Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos (1913).
El primero de los libros fue en realidad un conjunto de cinco ensayos en torno al "alma castellana", en los que opuso al tradicionalismo la "búsqueda de la tradición eterna del presente", y defendió el concepto de "intrahistoria" latente en el seno del pueblo frente al concepto oficial de historia. Según propuso entonces, la solución de muchos de los males que aquejaban a España era su "europeización".
Sin embargo, estas obras no parecían abarcar, desde su punto de vista, aspectos íntimos que formaban parte de la realidad vivencial. De aquí que literaturizase su pensamiento primero a través de un importante ensayo sobre dos personajes clave de la literatura universal en la Vida de don Quijote y Sancho (1905), obra en la que, por otra parte y en flagrante contradicción con la tesis europeísta defendida en libros anteriores, proponía "españolizar Europa". Al mismo tiempo, apuntó que la relación entre ambos personajes cervantinos simbolizaba la tensión existente entre ficción y realidad, locura y razón, que constituye la unidad de la vida y la común aspiración a la inmortalidad.
Miguel de Unamuno
El siguiente paso fue la literaturización de su experiencia personal a fin de dilucidar la oposición entre la afirmación individual y la necesidad de una ética social. El dilema planteado entre lo individual y lo colectivo, entre lo mutable y lo inmutable, el espíritu y el intelecto, fue interpretado por él como punto de partida de una regeneración moral y cívica de la sociedad española. Él mismo se tomó como referencia de sus obsesiones del hombre como individuo. "Hablo de mí porque es el hombre que tengo más cerca."
Su narrativa progresó desde sus novelas primerizas Paz en la guerra (1897), y Amor y pedagogía (1902) hasta la madura La tía Tula (1921). Pero entre ellas escribió Niebla (1914), Abel Sánchez (1917), y sobre todo Tres novelas ejemplares y un prólogo (1920), libro que ha sido considerado por algunos críticos como autobiográfico, si bien no tiene que ver con hechos de su vida, sino con su biografía espiritual y su visión esencial de la realidad: con la afirmación de su identidad individual y la búsqueda de los elementos vinculantes que fundamentan las relaciones humanas.
En ese sentido, sus personajes son problemáticos y víctimas del conflicto surgido de las fuertes tensiones entre sus pasiones, y los hábitos y costumbres sociales que regulan sus comportamientos y marcan las distancias entre la libertad y el destino, la imaginación y la conciencia.
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Su producción poética comprende títulos como Poesía (1907), Rosario de sonetos líricos (1912), El Cristo de Velázquez (1920), Rimas de dentro (1923) y Romancero del destierro (1927), éste último fruto de su experiencia en la isla de Fuerteventura, adonde lo deportaron por su oposición a la dictadura de Primo de Rivera. También cultivó el teatro: Fedra (1924), Sombras de sueño (1931), El otro (1932) y Medea (1933).
Sus poemas y sus obras teatrales abordaron los mismos temas de su narrativa: los dramas íntimos, amorosos, religiosos y políticos a través de personajes conflictivos y sensibles ante las formas evidentes de la realidad. Su obra y su vida estuvieron estrechamente relacionadas, de ahí las contradicciones y paradojas de quien Antonio Machado calificó de "donquijotesco".
Considerado como el escritor más culto de su generación, fue sobre todo un intelectual inconformista que hizo de la polémica una forma de búsqueda. Jubilado desde 1934, sus manifiestas antipatías por la República española llevaron dos años más tarde al gobierno rebelde de Burgos a nombrarlo nuevamente rector de la universidad de Salamanca, pero fue destituido a raíz de su pública ruptura con el fundador de la Legión. En 1962 se publicaron sus Obras completas y en 1994 se dio a conocer la novela inédita Nuevo mundo.





Fuente. El poder de la palabra. www.elpdlp.com


Biografías y vidas .com


Melan.