jueves, 27 de agosto de 2009

RIMAS HUMANAS de Lope de Vega




1

Era la alegre víspera del día

que la que sin igual nació en la tierra,

de la cárcel mortal y humana guerra

para la patria celestial salía;

y era la edad en que más viva ardía

la nueva sangre que mi pecho encierra,

cuando el consejo y la razón destierra

la vanidad que el apetito guía,

cuando Amor me enseñó la vez primera

de Lucinda en su sol los ojos bellos,

y me abrasó como si rayo fuera.

Dulce prisión y dulce arder por ellos;

sin duda que su fuego fue mi esfera,

que con verme morir descanso en ellos.

2

De hoy más las crespas sienes de olorosa

verbena y mirto coronarte puedes,juncos

o Manzanares, pues excedes

del Tajo la corriente caudalosa.

Lucinda en ti bañó su planta hermosa;

bien es que su dorado nombre heredes,

y que con perlas por arenas quedes,

mereciendo besar su nieve y rosa.

Y yo envidiar pudiera tu fortuna,

mas he llorado en ti lágrimas tantas,

(tú, buen testigo de mi amargo lloro),

que mezclada en tus aguas pudo alguna

de Lucinda tocar las tiernas plantas,

y convertirse en tus arenas de oro.

3

Vierte racimos la gloriosa palma,

y sin amor se pone estéril luto;

Dafnes se queja en su laurel sin fruto,

Narciso en blancas hojas se desalma.

Está la tierra sin la lluvia en calma,

viles hierbas produce el campo enjuto,

porque nunca el Amor pagó tributo,

gime en su piedra de Anaxarte el alma.

Oro engendra al amor de agua y de arenas,

porque las conchas aman el rocío,

quedan de perlas orientales llenas.

No desprecies, Lucinda hermosa, el mío,

que al trasponer del sol, las azucenas

pierden el lustre, y nuestra edad el brío.

4

Si culpa el concebir, nacer tormento,

guerra vivir, la muerte fin humano;

si después de hombre, tierra y vil gusano,

y después de gusano, polvo y viento;

si viento nada, y nada el fundamento,

flor la hermosura, la ambición tirano,

la fama y gloria, pensamiento vano,

y vano en cuanto piensa el pensamiento,

¿quién anda en este mar para anegarse?

¿De qué sirve en quimeras consumirse,

ni pensar otra cosa que salvarse?

¿De qué sirve estimarse y preferirse,

buscar memoria habiendo de olvidarse,

y edificar habiendo de partirse?

5

Céfiro blando que mis quejas tristes

tantas veces llevaste, claras fuentes

que con mis tiernas lágrimas ardientes

vuestro dulce licor ponzoña hicistes;

selvas que mis querellas esparcistes

,ásperos montes a mi mal presentes,

ríos que de mis ojos siempre ausentes,

veneno al mar, como a tirano distes;

pues la aspereza de rigor tan fiero

no me permite voz articulada,

decid a mi desdén que por él muero.

Que si la viere el mundo transformada

en el laurel que por dureza espero,

della veréis mi frente coronada.

6

Que otras veces amé negar no puedo,

pero entonces amor tomó conmigo

la espada negra, como diestro amigo,

señalando los golpes en el miedo.

Mas esta vez que batallando quedo,

blanca la espada y cierto el enemigo,

no os espantéis que llore su castigo,

pues al pasado amor amando excedo.

Cuando con armas falsas esgrimía,

de las heridas truje en el vestido

(sin tocarme en el pecho) las señales

;mas en el alma ya, Lucinda mía,

donde mortales en dolor han sido,

y en el remedio heridas inmortales.

7

El pastor que en el monte anduvo al hielo,

al pie del mismo, derribando un pino,

en saliendo el lucero vespertino

enciende lumbre y duerme sin recelo.

Dejan las aves con la noche el vuelo,

el campo el buey, la senda el peregrino,

la hoz el trigo, la guadaña el lino,

que al fin descansa cuando cubre el cielo.

Yo solo, aunque la noche con su manto

esparza sueño y cuanto vive aduerma,

tengo mis ojos de descanso faltos.

Argos los vuelve la ocasión y el llanto,

sin vara de Mercurio que los duerma,

que los ojos del alma están muy altos.

8

Ir y quedarse, y con quedar partirse,

partir sin alma, e ir con alma ajena,

oír la dulce voz de una sirena

y no poder del árbol desasirse;

arder como la vela y consumirse,

haciendo torres sobre tierna arena;

caer de un cielo, y ser demonio en pena,

y de serlo jamás arrepentirse;

hablar entre las mudas soledades,

pedir prestada sobre fe paciencia,

y lo que es temporal llamar eterno;

creer sospechas y negar verdades,

es lo que llaman en el mundo ausencia,

fuego en el alma, y en la vida infierno.

9

Con nuevos lazos, como el mismo Apolo,

hallé en cabello a mi Lucinda un día,

tan hermosa, que al cielo parecía

en la risa del alba, abriendo el polo.

Vino un aire sutil, y desatólo

con blando golpe por la frente mía,

y dije a amor que para qué tejía

mil cuerdas juntas para un arco solo.

Pero él responde: «Fugitivo mío,

que burlaste mis brazos, hoy aguardo

de nuevo echar prisión a tu albedrío».

Yo triste, que por ella muero y ardo,

la red quise romper, ¡qué desvarío!,

pues más me enredo mientras más me guardo.

10

Quiero escribir, y el llanto no me deja,

pruebo a llorar, y no descanso tanto,

vuelvo a tomar la pluma, y vuelve el llanto,

todo me impide el bien, todo me aqueja.

Si el llanto dura, el alma se me queja,

si el escribir, mis ojos, y si en tanto

por muerte o por consuelo me levanto,

de entrambos la esperanza se me aleja.

Ve blanco al fin, papel, y a quien penetra

el centro deste pecho que enciendele di

(si en tanto bien pudieres verte),

que haga de mis lágrimas la letra,

pues ya que no lo siente, bien entiende,

que cuanto escribo y lloro, todo es muerte.

11

Lucinda, yo me siento arder, y sigo

el sol que deste incendio causa el daño,

que porque no me encuentre el desengaño

tengo al engaño por eterno amigo.

Siento el error, no siento lo que digo,

a mí yo propio me parezco extraño;

pasan mis años, sin que llegue un año

que esté seguro yo de mí conmigo.

¡Oh dura ley de amor, que todos huyen

la causa de su mal, y yo la espero

siempre en mi margen, como humilde río!

Pero si las estrellas daño influyen,

y con las de tus ojos nací y muero,

¿cómo las venceré sin albedrío?

12

Cayó la torre que en el viento hacían

mis altos pensamientos castigados,

que yacen por el suelo derribados

cuando con sus extremos competían.

Atrevidos al sol llegar querían,

y morir en sus rayos abrasados,

de cuya luz contentos y engañados,

como la ciega mariposa ardían.

¡Oh, siempre aborrecido desengaño,

amado al procurarte, odioso al verte,

que en lugar de sanar abres la herida!

¡Pluguiera a Dios duraras, dulce engaño,

que si ha de dar un desengaño muerte,

mejor es un engaño que da vida!

13

Desde que viene la rosada Aurora

hasta que el viejo Atlante esconde el día,

lloran mis ojos con igual porfía

su claro sol que otras montañas dora;

y desde que del caos adonde mora

sale la noche perezosa y fría,

hasta que a Venus otra vez envía,

vuelvo a llorar vuestro rigor, señora.

Así que ni la noche me socorre,

ni el día me sosiega y entretiene,

ni hallo medio en extremos tan extraños.

Mi vida va volando, el tiempo corre,

y mientras mi esperanza con vos viene,

callando pasan los ligeros años.

14

Rota barquilla mía, que arrojada

de tanta envidia y amistad fingida,

de mi paciencia por el mar regida

con remos de mi pluma y de mi espada,

una sin corte y otra mal cortada,

conservaste las fuerzas de la vida,

entre los puertos del favor rompida,

y entre las esperanzas quebrantada;

sigue tu estrella en tantos desengaños,

que quien no los creyó sin duda es loco,

ni hay enemigo vil ni amigo cierto.

Pues has pasado los mejores años,

ya para lo que queda, pues es poco,

ni tema a la mar, ni esperes puerto.

15

Esto de imaginar si está en su casa,

si salió, si la hablaron, si fue vista;

temer que se componga, adorne y vista

,andar siempre mirando lo que pasa;

temblar del otro que de amor se abrasa,

y con hacienda y alma la conquista;

querer que al oro y al amor resista,

morirme si se ausenta o si se casa;

celar todo galán rico y mancebo,

pensar que piensa en otro si en mí piensa

rondar la noche y contemplar el día,

obliga, Marcio, a enamorar de nuevo;

pero saber cómo pasó la ofensa,

no sólo desobliga, mas enfría.

16

Daba sustento a un pajarillo un día

Lucinda, y por los hierros del portillo

fuésele de la jaula el pajarillo

al libre viento en que vivir solía.

Con un suspiro a la ocasión tardía

tendió la mano, y no pudiendo asillo,

dijo (y de las mejillas amarillo

volvió el clavel que entre su nieve ardía):

¿Adónde vas por despreciar el nido,

al peligro de ligas y de balas,

y el dueño huyes que tu pico adora?».

Oyóla el pajarillo enternecido,

y a la antigua prisión volvió las alas,

que tanto puede una mujer que llora.

17

Es la mujer del hombre lo más bueno,

y locura decir que lo más malo,

su vida suele ser y su regalo,

su muerte suele ser y su veneno.

Cielo a los ojos, cándido y sereno,

que muchas veces al infierno igualo,

por raro al mundo su valor señalo,

por falso al hombre su rigor condeno.

Ella nos da su sangre, ella nos cría,

no ha hecho el cielo cosa más ingrata:

es un ángel, y a veces una arpía.

Quiere, aborrece, trata bien, maltrata,

y es la mujer al fin como sangría,

que a veces da salud, y a veces mata.

18

Esparcido el cabello por la espalda

que fue del sol desprecio y maravilla,

Silvia cogía por la verde orilla

del mar de Cádiz conchas en su falda.

El agua entre el hinojo de esmeralda,

para que entrase más, su curso humilla;

tejió de mimbre una alta canastilla,

y púsola en su frente por guirnalda.

Mas cuando ya desamparó la playa,

«Mal haya, dijo, el agua, que tan poca

con su sal me abrasó pies y vestidos».

Yo estaba cerca y respondí: «Mal haya

la sal que tiene tu graciosa boca,

que así tiene abrasados mis sentidos».

19

Serrana celestial de esta montaña,

por quien el sol, que sus peñascos dora,

sale más presto a ver la blanca Auroraç

que a la noche venció, que el mundo engaña,

a quien aquel Pastor santo acompaña,

que en el cayado de su cruz adora

cuanto ganado en estas sierras mora

y con su marca de su sangre baña.

¿Cómo tenéis, si os llama electro y rosa

el Espejo, a quien dais tiernos abrazos,

color morena, aunque de gracia llena?

Pero aunque sois morena, sois hermosa,

y ¿qué mucho si a Dios tenéis en brazos,

que dándoos tanto sol, estéis morena?

20

Desmayarse, atreverse, estar furioso,

áspero, tierno, liberal, esquivo,

alentado, mortal, difunto, vivo,

leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,

mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,

enojado, valiente, fugitivo,

satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,

beber veneno por licor suave,

olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,

dar la vida y el alma a un desengaño;

esto es amor, quien lo probó lo sabe.



BIOGRAFÍA.


(Félix Lope de Vega y Carpio, Madrid, 1562- id., 1635) Escritor español. Lope de Vega procedía de una familia humilde y su vida fue sumamente agitada y llena de lances amorosos. Estudió en los jesuitas de Madrid (1574) y cursó estudios universitarios en Alcalá (1576), aunque no consiguió el grado de bachiller.
Debido a la composición de unos libelos difamatorios contra la comedianta Elena Osorio (Filis) y su familia, por desengaños amorosos, Lope de Vega fue desterrado de la corte (1588-1595). No fue éste el único proceso en el que se vio envuelto: en 1596, después de ser indultado en 1595 del destierro, fue procesado por amancebamiento con Antonia de Trillo.
Estuvo enrolado, al menos, en dos expediciones militares, una la que conquistó la isla Terceira en las Azores (1583), al mando de don Álvaro de Bazán, y la otra, en la Armada Invencible. Fue secretario de varios personajes importantes, como el marqués de Malpica o el duque de Alba, y a partir de 1605 estuvo al servicio del duque de Sessa, relación sustentada en una amistad mutua.
Lope se casó dos veces: con Isabel de Urbina (Belisa), con la que contrajo matrimonio por poderes tras haberla raptado antes de salir desterrado de Madrid; y con Juana de Guardo en 1598. Aparte de estos dos matrimonios, su vida amorosa fue muy intensa, ya que mantuvo relaciones con numerosas mujeres, incluso después de haber sido ordenado sacerdote. Entre sus amantes se puede citar a Marina de Aragón, Micaela Luján (Camila Lucinda) con la que tuvo dos hijos, Marcela y Lope Félix, y Marta de Nevares (Amarilis y Marcia Leonarda), además de las ya citadas anteriormente.
Lope de Vega
La obra y la biografía de Lope de Vega presentan una gran trabazón, y ambas fueron de una exuberancia casi anormal. Como otros escritores de su tiempo, cultivó todos los géneros literarios.
La primera novela que escribió, La Arcadia (1598), es una obra pastoril en la que incluyó numerosos poemas. En Los pastores de Belén (1612), otra novela pastoril pero «a lo divino», incluyó, de nuevo, numerosos poemas sacros. Entre estas dos apareció la novela bizantina El peregrino en su patria (1604), que incluye cuatro autos sacramentales. La Filomena y La Circe contienen cuatro novelas cortas de tipo italianizante, dedicadas a Marta de Nevares. A la tradición de La Celestina, la comedia humanística en lengua vulgar, se adscribe La Dorotea, donde narra sus frustrados amores juveniles con Elena Osorio.
Su obra poética usó de todas las formas posibles y le atrajo por igual la lírica popular y la culterana de Góngora, aunque, en general, defendió el «verso claro». Por un lado están los poemas extensos y unitarios, de tono narrativo y asunto a menudo épico o mitológico, como, por ejemplo: La Dragontea (1598); La hermosura de Angélica (1602), inspirado en el Orlando de Ariosto; Jerusalén conquistada (1609), basada en Tasso; La Andrómeda (1621); La Circe (1624). De temática religiosa es El Isidro (1599) y también los Soliloquios amorosos (1626). La Gatomaquia (1634) es una parodia épica.
En cuanto a los poemas breves, su lírica usó de todos los metros y géneros. Se encuentra recogida en las Rimas (1602), Rimas sacras (1614), Romancero espiritual (1619), Triunfos divinos con otras rimas sacras (1625), Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos (1634) y la Vega del Parnaso (1637).
Donde realmente vemos al Lope renovador es en el género dramático. Después de una larga experiencia de muchos años escribiendo para la escena, Lope compuso, a petición de la Academia de Madrid, el Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609). En él expone sus teorías dramáticas que vienen a ser un contrapunto a las teorías horacianas, expuestas en la Epístola a los Pisones.
De las tres unidades -acción, tiempo y lugar-, Lope sólo aconseja respetar la unidad de acción para mantener la verosimilitud, y rechaza las otras dos, sobre todo en las obras históricas, donde se comprende el absurdo de su observación; aconseja la mezcla de lo trágico y lo cómico (en consonancia con el autor de La Celestina), de ahí la enorme importancia de la figura del gracioso en su teatro y, en general, en todas las obras del Siglo de Oro; regulariza el uso de las estrofas de acuerdo con las situaciones y acude al acervo tradicional español para extraer de él sus argumentos (crónicas, romances, cancioncillas).


Fuente. Los poetas.com

Biografías y Vidas.


Melan

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