jueves, 6 de agosto de 2009

AQUÍ HE LLEGADO y otros poemas de Vicente Gerbasi



Aquí he llegado...


Aquí he llegado,

para imponerme el conocimiento de la eternidad,

para ver rodar mi cabeza

tiempo abajo,

arena abajo,

alucinación abajo,

hacia el metálico redoble de los truenos

que confunden las montañas en negros ámbitos azules.

Se detuvieron aquí las tribus,

se detuvieron aquí los profetas,

se detuvieron aquí los santos.

Venían las mujeresy los niños.

Vestían pieles

de animales de los montes,

rudimentarios pañosa franjas de colores,

todos iluminados

en fuegos rituales.

Quisiera dejar un canto

para la eternidad,

enterrado en una vasija de barro,

un canto junto a mis huesos,

un salmo

para oír a Dios

en la música de un arpa,

para verlo en un fuego de nubes

sobre los pueblos siempre nuevos

edificando con la arena del desierto,

y para ver el desierto

que lleva su silencio

del día a la noche

como continuación del firmamento.


Hay muchas maneras de estar muerto


No quiero explicarme por qué mis ojos

pueden ver este castillo cubierto de hiedras

de verde muy oscuro y solitario

bajo los astros de los búhos,

ni por qué mis ojos pueden

ver caer la nieve durante tanto tiempo,

hasta que arropa todos los muertos

y los deja allí con sus vestiduras

de diferentes colores en el hielo.

Mi padre fue enterrado en el trópico,

en Canoabo, y sus ojos, por tanto, no se helaron,

pero sí, tal vez, tuvieron que ver con otras cosas muy distintas al frío,

sin duda, con culebras que perforan la tierra

y silban a orilla de los muertos

como a la margen de un lago

de juncales remotos y relámpagos.

Hay diferentes maneras de estar muerto,

aun estando vivo en medio de los planetas,

con nuestra cara semejante a la tierra

fotografiada desde Géminis 13,

viendo nuestros propios ojos

rodeados de huesos,

un poco más arriba de los dientes;

ensimismados en los ojos de los pescados

que nos miran en las pescaderías iluminadas.

Hay muchas maneras de estar muerto

y siempre nos es dado tomar nuestro cráneo

y ponerlo a reposar al borde de la tumba

o llevarlo al gran salón de baile,

como tal vez lo hizo Hamlet,

mientras Ofelia s ponía un velo de luna nevada,

ay, de luna nevada entre los abedules.


Venimos de la noche
I


Venimos de la noche y hacia la noche vamos.

Atrás queda la tierra envuelta en sus vapores,

donde vive el almendro, el niño y el leopardo.

Atrás quedan los días, con lagos, nieves, renos,

con volcanes adustos, con selvas hechizadas

donde moran las sombras azules del espanto.

Atrás quedan las tumbas al pie de los cipreses,

solos en la tristeza de lejanas estrellas.

Atrás quedan las glorias como

que apagan ráfagas seculares.

Atrás quedan las puertas quejándose en el viento.

Atrás queda la angustia con espejos celestes.

Atrás el tiempo queda como drama en el hombre:

engendrador de vida, engendrador de muerte.

El tiempo que levanta y desgasta columnas,

y murmura en las olas milenarias del mar.

Atrás queda la luz bañando las montañas,

los parques de los niños y los blancos altares.

Pero también la noche con ciudades dolientes,

la noche cotidiana, la que no es noche aún,

sino descanso breve que tiembla en las luciérnagas

o pasa por las almas con golpes de agonía.

La noche que desciende de nuevo hacia la luz,

despertando las flores en valles taciturnos,

refrescando el regazo del agua en las montañas, l

anzando los caballos hacia azules riberas,

mientras la eternidad, entre luces de oro,

avanza silenciosa por prados siderales.


II


Venimos de la noche y hacia la noche vamos.

Los pasos en el polvo, el fuego de la sangre,

el sudor de la frente, la mano sobre el hombro,

el llanto en la memoria, todo queda cerrado

por anillos de sombra. Con címbalos antiguos

el tiempo nos levanta. Con címbalos, con vino,

con ramos de laureles. Mas en el alma caen acordes penumbrosos.

La pesadumbre cava con pezuñas de lobo.

Escuchad hacia adentro los ecos infinitos,

los cornos del enigma en vuestras lejanías.

En el hierro oxidado hay brillos en que el alma

desesperada cae, y piedras que han pasado

por la mano del hombre, y arenas solitarias,

y lamentos del agua en cauces penumbrosos.

¡Reclamad, gritando hacia el abismo,

el mirar interior que hacia la muerte avanza!

En nuestras horas yacen reflejos de heliotropos,

manos apasionadas, relámpagos del sueño.

¡Venid a los desiertos y escuchad vuestra voz!

¡Venid a los desiertos y gritad a los cielos!

El corazón es una secreta soledad.

Sólo el amor descansa entre dos manos,

y baja en la simiente con un rumor oscuro,

como torrente negro, como aerolito azul,

con temblor de luciérnagas volando en un espejo,

o con gritos de bestias que se rompen las venas

en las calientes noches de insomnes soledades.

Mas la simiente trae a la visible e invisible muerte.

¡Llamad, llamad, llamad vuestro rostro

perdido a orillas de la gran sombra!


BIOGRAFÍA:


Vicente Gerbasi nació el 2 de junio de 1913 en Canoabo, pequeña población del Estado Carabobo, en Venezuela; hijo de los inmigrantes italianos Juan Bautista Gerbasi y Ana María Federico Pifano, quienes se habían establecido en esa región venezolana. En 1940 se vinculó a los poetas del grupo Viernes, introductor del surrealismo en la poesía venezolana, atraído por varios ejemplos de la llamada Generación del 27. La poesía de Gerbasi comenzó con un libro de 1937, Vigilia del Náufrago. Su poesía es generalmente cálida y armoniosa, sin demasías ni turbulencias. Refleja su asombro ante la naturaleza, el sentimiento de la soledad y su intimidad. En 1969, Gerbasi gana el Premio Nacional de Literatura por su obra Poesía de viajes. Vivió en Colombia entre 1946 y 1947 como agregado cultural y luego fue embajador en países de varios continentes. Fue editor de algunas publicaciones efímeras como "Bitácora", "El perfil y la noche" y "Poesía venezolana".
Vicente Gerbasi es considerado el autor más representativo de la poesía venezolana contemporánea. La obra antológica que emprende Monte Ávila Editores en 1970 da muestra de su elaborada obra poética, la óptica crítica ve en Gerbasi un idealizador de la naturaleza a través de un lenguaje elíptico que crea imágenes ambiguas y penumbrosas que son los estados internos del poeta. En su libro de ensayos "Creación y Símbolo", el propio Gerbasi ha expresado: "En poesía las palabras no poseen un valor justo,filológico,etimológico,sino que adquieren un valor múltiple,que escapa a la lógica corriente del lenguaje".
Existe en la escritura de Gerbasi una intensa investigación del lenguaje para inquirir en las peculiaridades entrañables del país. Su propósito consiste en señalar una posible identidad, pero sin fijarla en esquemas inflexibles, sino destacando sus connotaciones mágicas y su cosmogonía poética, entonces su lenguaje se hace necesario y eficaz para nombrar ese universo. En "Poema de la noche" de 1943, Gerbasi muestra estados subjetivos que alcanzan a objetivarse y concretarse en hechos reales o fenómenos naturales: "¡Haz grande mi tristeza,/misterio de la noche!/Que pase como un viento/por las sombras del campo/coronando los montes/de nieblas solitarias/tañendo en las aldeas/arpas de eternidad". Es la subjetivación que se concreta en el mundo real: "En la hierba tostada por el día, el sueño del caballo/nos rodea de flores,como el dibujo de un niño".
En 1945 Gerbasi publica su libro más esencial y conocido: "Mi padre el inmigrante". Se trata de un extenso poema integrado por treinta cantos basados en un mismo hilo temático: La figura mítica del padre a través de la cual opera la emoción frente al paisaje. "Mi padre el inmigrante" plantea enigmas metafísicos, recrea supersticiones, climas, espantos, mitos, leyendas, costumbres rurales, toda una flora y fauna fascinante y mágica.
Algunos de sus versos han sido vertidos a lenguas europeas. Se le admiró tanto su magia verbal, como la relación estrecha que su lenguaje estableció entre aquel espacio geográfico de su tierra.

Muere en Caracas, Venezuela el 28 de diciembre de 1992; fue considerado el poeta contemporáneo más representativo.


Fuente. los poetas.com - Biografía de Wikipedia

Melan


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