martes, 5 de abril de 2011

DECREPITUD y otros poemas de Carlos Marzal




Decrepitud



Asilados en una infancia obscena,

en el exilio de su misma sombra,

desde un limbo de hielo,

derritiéndose,

los viejos testimonian, sin enigma,

sobre el enigma viejo de estar vivo.



Gota a gota en presente, son futuro,

evanescencia al fin fuera de tiempo,

que en la fronda del tiempo anda perdida.

Espectros de la carne en su derrota,

se acogen al sagrado de la carne,

que en deserción de sí no los ampara.

pabilos sin fulgor de inteligencia,

arden a fuego extinto en su hendidura,

ascuas de quienes fueron, balbucientes.



Isla del fin del mundo, conmovidos,

vemos flotar en pasmo la vejez,

a la lunar deriva del asombro.

Nos resulta del todo inconcebible

nuestra decrepitud, nuestra mudanza

hasta desconocernos en nosotros

y en nosotros errar entre lo ajeno.



Cómo subsiste ciega la energía

en su impúdico afán de propagarse.



Madre senilidad, nunca te amamos.

Madre senilidad, no te amaremos.



Qué frágil, en su ser, la fortaleza.

Qué sólido el vivir, de sumo frágil.



De "Metales Pesados" 2001


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Un mar de lágrimas



Sufrirás. Ya has sufrido.

Tal vez estés sufriendo.

Y aunque sepas por qué (si es que lo sabes),

ese conocimiento no será tu consuelo.



El adiós a los tuyos; el azar,

implacable; la incógnita del cielo,

todo lo que se pierde

hechos y vida abajo, tiempo abajo,

o también vida arriba, hacia lo que te espera,

todo, configura el sabor de tus lágrimas,

un sabor sin sabor, ya que no lo comparte

quien te ha visto sufrir

-no puede compartirlo-,

un sabor que no entiendes,

un cúmulo de lágrimas que trazan,

no sé dónde,

un mar por el que bogan,

y no sé para qué,

inútiles por siempre, inconsolables,

quién sabe desde cuándo,

su alma,

tu alma

y la mía.



De "Los países nocturnos" 1996

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El poema de amor que nunca escribirás



Debería nombrar (debería intentarlo)

el afán hasta hoy por ti dilapidado

en perseguir amor, que quizá fuera tanto

como el afán de huir, fatigado hasta el asco,

de todas las trastiendas, repletas de fracasos,

que los cuerpos arrastran, y en que nos arrastramos.



Debería acoger, dar lugar a unos labios

que nombraran sin fe, sólo de cuándo en cuándo

-por momentos, sinceros; por momentos, falsarios-

diálogos de alcoba que pareciesen tangos

(eso acaban por ser, o algo más triste acaso,

siempre que en la distancia solemos evocarlos):



De esta vida tan sucia, de sus trabajos vanos,

me consuela, mi amor, el fingir, fabulando,

otra eterna contigo, cogidos de la mano.

Y habría de alojar dictámenes sagrados,

con los que, ya bebidos, tanto nos excitamos:

De entre todas las perras que en la noche he tratado,



la más perra eres tú. Debería, malsano,

contener esas citas de los domingos vastos,

insulsas y festivas, amasadas de hartazgo,

en que la vida toda se obstina en maltratarnos,

con su aire de ramera experta en el contagio

del odio hacia la vida, del tedio y del cansancio.



No podrían faltar los cuerpos del verano,

cuando la adolescencia ardía por el tacto,

en especial aquél de todo lo vedado.

Ni habría de omitir el vicio solitario,

por el amor perdido en inventar los rasgos

del amor, que, entretanto, no dormía a tu lado.



Y en él habitarían con todo su sarcasmo

-al fin y al cabo son tristes muertos de antaño,

fragmentos de tu vida que salvas del naufragio-

las cartas sin respuesta; yesos aniversarios,

tiernamente ridículos después de celebrados,

que dejan en el alma aroma a mal teatro.



Y los reproches mutuos, merecidos y agrios,

dirigidos al centro del dolor, como un dardo

con toda la miseria que acarrean los años.

El placer del acoso, cuando el amor intacto,

y cuando la ignorancia, ese bálsamo arcano,

no señalaba límites al indudable ocaso.



El maldito poema tanto tiempo aplazado,

y que no escribirás, porque el tema es ingrato,

querría redimirte de todos tus letargos.

Una voz que te daña diría murmurando:

Del amor, amor mío, te quiero siempre esclavo,

para que tus palabras no tengan que inventarlo.



Quien a ese poema de amor dilapidado

incauto se atreviera, sin calcular el daño,

amaría el amor, probablemente tanto

como el afán de huir, fatigado hasta el asco,

de todas las trastiendas, repletas de fracasos,

que los cuerpos arrastran, y en que nos arrastramos.



De "El último de la fiesta"


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El corazón perplejo



Desventurado corazón perplejo,

inconsecuente corazón,

no dudes.

No tiembles nunca más por lo que sabes,

no temas nunca más por lo que has visto.

Calamitoso corazón,

alienta.



Aprende en este ahora

el pálpito que vuelve con lo eterno,

para latir conforme en valentía.

Los números del mundo están cifrados

en la clave de un sol tan rutilante

que te ciega los ojos si calculas.

Ciégate en esperanza,

errátil corazón,

suma los números.

Un orden en su imán te está esperando.



Desde el final del tiempo se levanta

un ácido perfume de hojas muertas.

Respíralo y respira su secreto.

Abre de par en par tu incertidumbre.

No permitas

que encuentre domicilio la tibieza,

ni que este inescrutable amor oscuro

cometa el gran pecado de estar triste.

Acógete a ti mismo en tus entrañas

con tu abrazo más fuerte,

tu mejor padre en ti, tu mejor hijo,

gobierna tu ocasión de madurez.



Insiste una vez más,

aspira en estas rosas

su pútrido fermento enamorado.

En este desvarío de tu voz

se desnuda el enigma, transparece

la recompensa intacta de estar siendo.



Aquí estamos tú y yo,

altivo corazón,

en desbandada.

A fuerza de caer, desvanecidos.

y a fuerza de cantar,

enajenados.



De "Metales Pesados" 2001



RESEÑA BIOGRÁFICA






Poeta español nacido en Valencia en 1961.


Se licenció en Filología Hispánica por la Universidad de Valencia.


Inscrito en la llamada Poesía de la experiencia, es profesor de literatura en el Instituto Puerto de Sagunto


y ejerce como crítico literario en el ABC Cultural. Ha sido codirector, durante los diez años de su existencia,


de Quites, revista de literatura y toros.


Su obra se ha incluido en las más importantes antologías poéticas y ha sido galardonada, entre otros, con los


siguientes premios: Premio de la Crítica 2002, Premio Nacional de Poesía 2002, por «Metales Pesados»


y en el 2003, Premio Loewe por «Fuera de mí».


Además de las obras citadas, también ha publicado «El último de la fiesta» en 1987, «Cuatro noches» en 1988,


«La vida de frontera» en 1991, «Los países nocturnos» en 1996 y «Poesía a contratiempo» en 2002, así como


la traducción al castellano de «Andén de cercanías» 1995, del poeta catalán Enric Sòria. ©






Fuente: A media voz. com
 
Melan.

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