martes, 14 de julio de 2009

EL GAUCHO MARTIN FIERRO, INTRODUCCIÓN, de José Hernández


Aquí me pongo a cantar

Al compás de la vigüela,

Que el hombre que lo desvela

Una pena estraordinaria

Como la ave solitaria

Con el cantar se consuela.


Pido a los Santos del Cielo

Que ayuden mi pensamiento;

Les pido en este momento

Que voy a cantar mi historia

Me refresquen la memoria

Y aclaren mi entendimiento.


Vengan Santos milagrosos,

Vengan todos en mi ayuda,

Que la lengua se me añuda

Y se me turba la vista;

Pido a Dios que me asista

En una ocasión tan ruda.


Yo he visto muchos cantores,

Con famas bien obtenidas,

Y que después de adquiridas

No las quieren sustentar

Parece que sin largar

se cansaron en partidas.


Mas ande otro criollo pasa

Martín Fierro ha de pasar;

nada lo hace recular

ni los fantasmas lo espantan,

y dende que todos cantan

yo también quiero cantar.


Cantando me he de morir

Cantando me han de enterrar,

Y cantando he de llegar

Al pie del eterno padre:

Dende el vientre de mi madre

Vine a este mundo a cantar.


Que no se trabe mi lengua

Ni me falte la palabra:

El cantar mi gloria labra

Y poniéndome a cantar,

Cantando me han de encontrar

Aunque la tierra se abra.


Me siento en el plan de un bajo

A cantar un argumento:

Como si soplara el viento

Hago tiritar los pastos;

Con oros, copas y bastos

Juega allí mi pensamiento.


Yo no soy cantor letrao,

Mas si me pongo a cantar

No tengo cuándo acabar

Y me envejezco cantando:

Las coplas me van brotando

Como agua de manantial.


Con la guitarra en la mano

Ni las moscas se me arriman,

Naides me pone el pie encima,

Y cuando el pecho se entona,

Hago gemir a la prima

Y llorar a la bordona.


Yo soy toro en mi rodeo

Y torazo en rodeo ajeno;

Siempre me tuve por güeno

Y si me quieren probar,

Salgan otros a cantar

Y veremos quién es menos.


No me hago al lao de la güeya

Aunque vengan degollando,

Con los blandos yo soy blando

Y soy duro con los duros,

Y ninguno en un apuro

Me ha visto andar tutubiando.


En el peligro, ¡qué Cristos!

El corazón se me enancha,

Pues toda la tierra es cancha,

Y de eso naides se asombre:

El que se tiene por hombre

Ande quiere hace pata ancha.


Soy gaucho, y mi lengua lo esplica:

Para mí la tierra es chica

Y pudiera ser mayor;

Ni la víbora me pica

Ni quema mi frente el sol.


Nací como nace el peje

En el fondo de la mar;

Naides me puede quitar

Aquello que Dios me dio

Lo que al mundo truje yo

Del mundo lo he de llevar.


Mi gloria es vivir tan libre

Como el pájaro del cielo:

No hago nido en este suelo

Ande hay tanto que sufrir,

Y naides me ha de seguir

Cuando yo remuento el vuelo.


Yo no tengo en el amor

Quien me venga con querellas;

Como esas aves tan bellas

Que saltan de rama en rama,

Yo hago en el trébol mi cama,

Y me cubren las estrellas.


Y sepan cuantos escuchan

De mis penas el relato,

Que nunca peleo ni mato

Sino por necesidá,

Y que a tanta alversidá

Sólo me arrojó el mal trato


Y atiendan la relación

que hace un gaucho perseguido,

que padre y marido ha sido

empeñoso y diligente,

y sin embargo la gente

lo tiene por un bandido.


BIOGRAFÍA.


Hijo de don Rafael Hernández y de doña Isabel Pueyrredón, José Hernández nació el 10 de noviembre de 1834 en la chacra de su tío, Don Juan Martín de Pueyrredón, antiguo Caserío de Pedriel, hoy convertida en el Museo José Hernández (Partido de San Martín).Este argentino nativo expresó diferentes talentos a lo largo de su vida: fue poeta, periodista, orador, comerciante, contador, taquígrafo, estanciero, soldado y político.Comenzó a leer y escribir a los cuatro años y luego asistió al colegio de don Pedro Sánchez.En 1843, cuando su madre falleció, su padre, que era capataz en la estancias de Rosas, lo llevó a vivir al campo por recomendación médica, ya que, a pesar de su juventud, se encontraba enfermo.En el entorno campestre, José Hernández tomó contacto con gauchos e indios. Debido a su proximidad con ellos, tuvo la oportunidad de conocer sus costumbres, su mentalidad, su lenguaje y su cultura. Aprendió a quererlos, a admirarlos, a comprenderlos, y también, a entender sus dificultades en la vida cotidiana.En marzo de 1857, poco después de fallecer su padre –quien fue fulminado por un rayo-, se instaló en la ciudad de Paraná. Allí, el 8 de junio de 1859, contrajo matrimonio con Carolina González del Solar. Tuvieron siete hijos.Inició su labor periodística en el diario "El Nacional Argentino", con una serie de artículos en los que condenaba el asesinato de Vicente Peñaloza. En 1863 estos artículos fueron publicados como libro bajo el título "Rasgos biográficos del general Ángel Peñaloza".En el orden legislativo se desempeñó como diputado, y luego, como senador de la provincia de Buenos Aires. Tomó parte activa con Dardo Rocha en la fundación de La Plata y, siendo presidente de la Cámara de Diputados, defendió el proyecto de federalización por el que Buenos Aires pasó a ser la capital del país.En 1869 fundó el diario "El Río de la Plata", en cuyas columnas defendió a los gauchos y denunció los abusos cometidos por las autoridades de la campaña. También fundó el diario "El Eco" de Corrientes, cuyas instalaciones fueron destruidas por adversarios políticos. Colaboró además en los periódicos "La Reforma Pacífica", órgano del Partido Reformista, "El Argentino", de Paraná y "La Patria", de Montevideo. En el orden militar actuó en San Gregorio, en El Tala e intervino en las batallas de Pavón y de Cepeda. Luchó además junto a López Jordán en Entre Ríos.Debido a los continuos enfrentamientos civiles durante los años '50 y '60, se vio obligado a viajar y trasladó su residencia a menudo. Vivió en Brasil, en las provincias de Entre Ríos y Rosario de Argentina y en Montevideo (Uruguay). En 1870, al fracasar una revolución, tuvo que volver a Brasil. Dos años después, gracias a una amnistía que paró la violencia, pudo volver al país. El 28 de noviembre de 1872, el diario "La República" anunció la salida de "El Gaucho Martín Fierro" y, en diciembre, lo editó la imprenta La Pampa.Este poema de género gauchesco se convirtió en la pieza literaria del más genuino folclore argentino y fue traducido a numerosos idiomas.El libro es considerado la culminación de la llamada "literatura gauchesca" y es una de las grandes obras de la literatura argentina. En él, Hernández rinde homenaje al gaucho, quien aparece en su ser, en su drama cotidiano, en su desamparo, en sus vicisitudes y con sus bravuras. Su inesperado éxito entre los habitantes de la campaña lo llevó en 1879 a continuarlo con "La vuelta de Martín Fierro", edición ilustrada por Carlos Clérice. En 1881, publicó su obra "Instrucción del Estanciero". El 21 de octubre de 1886 murió en su quinta de Belgrano. Sus últimas palabras fueron: "Buenos Aires... Buenos Aires...".



Fuentes: Literatura.org - Educación.org.ar
Melan.

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