POEMA XII
Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, se despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehuyen, se evaden, y se entregan.
I
Tendido, entre lo blanco, la vi.
Se aproximaba. Las pupilas baldías,
el cuerpo inhabitado, sin cabellos,
sin labios, inasible, vacía;
junto a mí, a mi lado... !
Toda hecha de nada!
Se sentó. Me esperaba?
La miré. Me miraba.
II
Ya estaba entre sus brazos
de soledad, y frío,
acallada las manos,
las venas detenidas,
sin un pliegue en los párpados,
en la frente, en las sábanas;
más allá de la angustia,
desterrado del aire,
en la soledad callada,
en vocación de polvo,
de humareda, de olvido.
III
Era yo, la voz muerta,
los dientes de ceniza,
sin brazos, bajo tierra,
roído por la calma,
entre turbias corrientes,
de silencio, de barro?
Era yo, por el aire,
Era yo, por el aire,
ya lejos de mis huesos,
la frente despoblada,
sin memoria, ni perros,
sobre tierras ausentes,
apartado del tiempo,
de la luz, de la sombra;
tranquilo, transparente?
BIOGRAFÍA.
La biografía del poeta argentino Oliverio Girondo se vierte en su poesía con la misma intensidad con que su obra literaria respira las constantes vitales de la época que le ha tocado vivir. Nacido en la Argentina del cambio, en el Buenos Aires fecundo y cosmopolita que Darío proclamara desde los salones del Ateneo, la figura de Oliverio Girondo se alza entre las diferentes generaciones poéticas argentinas con un espíritu renovador que tiene difícil parangón incluso dentro del ámbito literario de América Latina.
Nace Oliverio en Buenos Aires, un 17 de agosto de 1891, en el seno de una familia acomodada de ilustres antepasados: «Desciende por su padre -escribe su amigo Ramón Gómez de la Serna en sus Retratos contemporáneos- de vascos de Mondragón -cuya casa blasonada cayó en los bombardeos de la última guerra civil- y por su madre, apellidada Uriburu y Arenales, de los conocidos próceres también vascos». Su infancia transcurre en la capital argentina, aunque muy temprano la grácil economía familiar encamina los pasos del poeta en ciernes hacia la vieja Europa, que paradójicamente seguía albergando el nacimiento de lo nuevo. Cursa estudios en varios colegios en Europa: en el colegio Epsom de Londres y en la Escuela «Albert le Grand» de Arcueil, cerca de París, de la cual, volviendo al relato de RAMÓN, es expulsado al arrojar «un tintero a la cabeza del profesor de Geografía porque habló en su lección de los antropófagos que existían en Buenos Aires, capital del Brasil».
Termina sus estudios juveniles de regreso a Buenos Aires y principia su actividad literaria. Comienza la carrera de Derecho y acuerda con sus padres no abandonar la carrera si consienten financiarle visitas periódicas a Europa en período vacacional. De esta manera, se hacen más frecuentes los viajes a Europa y en ellos entabla relaciones literarias y amistosas con poetas y artistas del continente europeo, que le introducen en los diversos círculos de las nuevas corrientes estéticas. En esa época sus lecturas más estimadas son los poetas simbolistas franceses, los ensayos de ideario decadente de Remy de Gourmont, el Darío de Los raros y la filosofía de Nietzsche. Por esos años, Girondo anda colaborando como corresponsal en diversas revistas porteñas como Plus Ultra y la conocida Caras y caretas. El poeta Jules Supervielle, medio uruguayo-medio francés, le presenta en París a los jóvenes que por esos años ya organizaban las célebres veladas surrealistas
En Madrid, Gómez de la Serna le recibe en la tertulia de Pombo, de donde arranca una espontánea y duradera amistad que fragua años más tarde con la estadía del madrileño en Buenos Aires. Recorre el Nilo y visita las pirámides de Egipto, y en Italia conoce al pintor argentino Emilio Pettoruti. Fruto directo de este periplo viajero (Madrid, Sevilla, París, Buenos Aires, Río de Janeiro) es su primer libro de poemas Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, publicado en una pequeña población francesa en 1922. A propósito de esta época el propio Oliverio informa:
Entre idas y vueltas de Europa -¡he vivido 567 días en el mar!- fundé con mis amigos de «La Púa» un pasquín inédito que se llamó Comedia. Varios artículos publicados en él y otros en Plus Ultra indican que convalecía «de» Barrés. (¡Qué olor a pomo y a gomina!). En un momento de verdadero extravío mental, arriesgué, con la complicidad de René Zapata Quesada, un intento teatral: La Madrastra, melodrama infecto y maeterlinckiano. Después, para redimirme, rompí papel durante varios años. Rompí papel en Edimburgo y en Sevilla, en Brujas y en Dakar, hasta que en 1922 publiqué algunos de los que se salvaron junto con diez hojas de mi «carnet» de croquis bajo el título de Veinte poemas para ser leídos en el tranvía.
Ese mismo año, junto a la obra de Girondo, se publican también Trilce del peruano César Vallejo, Andamios Interiores del mexicano Manuel Maples Arce y Paulicèia desvairada del brasileño Màrio de Andrade, para confirmar la madurez de la poesía vanguardista en América Latina.
Dedica casi en su totalidad el año 1923 a recorrer España y a gestar el que será su segundo libro de poemas, Calcomanías, publicado precisamente en España en 1925. Viaja por el país (Toledo, Madrid, Sevilla, Granada, Algeciras) en burro y en diligencia, sentado, según cuenta, al costado de una muerta. «También viajó -según cuenta Paco Urondo- en el "tren botijo", especie de tren carreta que [...] para en los lugares que el pasajero quiere. Yendo de Valencia a Sevilla paró en Guadix, Granada, donde los gitanos hacen cuevas en las montañas para vivir; allí encontró un Valdepeñas que lo hizo quedar en la juerga gitana durante tres días. Cuando tomó el tren para seguir viaje, un suicida puso la cabeza y Girondo vio un humo rojizo que salía de las vías: era la sangre del desdichado, evaporada por el frío».
De regreso en Buenos Aires, funda en 1924, junto a Evar Méndez y algunos otros escritores y artistas, el periódico Martín Fierro, con el objeto de formar un ambiente preparatorio para el desarrollo de las nuevas corrientes artísticas en el Río de la Plata. En julio de ese mismo año emprende un largo viaje por América y Europa en «misión intelectual» para promover un «frente único» y un «verdadero intercambio de producciones, revistas y libros; ideas, poesía, arte», en países como Chile, Cuba, México o Perú. Su peregrinaje es saludado por intelectuales de la talla de Guillén, Mariátegui o Villaurrutia.
En 1927, tras la polémica con La Gaceta Literaria sobre el «meridiano intelectual de Hispanoamérica», se disuelve el periódico Martín Fierro (su último número apareció el 15 de noviembre de 1927) ante la decisión de algunos redactores de apoyar desde sus páginas la candidatura a la segunda presidencia de Hipólito Yrigoyen, vulnerando de esta manera la voluntad de prescindencia política que sus directores se habían impuesto desde la fundación del mismo.
Acabada la etapa de Martín Fierro, donde colabora esporádicamente con sus conocidos «Membretes», Girondo mantiene su proyecto poético publicando en Buenos Aires en 1932 su libro Espantapájaros. La presentación del libro tiene lugar en Buenos Aires con las exageraciones propias de las manifestaciones vanguardistas. Oliverio hizo una réplica en papel maché del «espantapájaros-académico» que el pintor Bonomi había diseñado para la tapa del libro, el cual fue colocado, según cuenta Norah Lange, «en una carroza coronaria -de esas que llevan las flores y van detrás del coche fúnebre- tirada por seis caballos, con su auriga y lacallos, vestidos según la moda Directorio, apostados a cada lado». Al mismo tiempo alquiló un local en la calle Florida atendido por hermosas y llamativas muchachas para la venta del libro. La experiencia publicitaria resultó un éxito y el libro se agotó en cosa de un mes. El muñeco que durante años presidió la entrada de su casa de Suipacha al 1444, hoy puede contemplarse en el Museo de la Ciudad de Buenos Aires.
En 1937 aparece su el relato Interlunio con el sello de Editorial Sur. El elemento visual se une de nuevo al verbal a través de las oscuras aguafuertes de Lino Spilimbergo.
En 1942 la editorial Losada publica Persuasión de los días.
En 1943, después de una duradera relación, Oliverio Girondo y Norah Lange deciden contraer matrimonio. Por esas fechas ambos comparten sus días entre la quinta de Gwen y la casa de Suipacha al 1444, en Buenos Aires. Oliverio aparece vinculado con los grupos jóvenes que actúan por esos años, emulando al Macedonio Fernández de los años 20 que se integró como uno más con los miembros de Martín Fierro, veinte años más jóvenes que él. La casa de Suipacha que era como un museo de las culturas más diversas sirve durante muchos años de centro de reunión para estos jóvenes: Edgar Bayley, Carlos Latorre, J. Llinás, Francisco Madariaga, Enrique Molina, Olga Orozco, Aldo Pellegrini, Mario Trejo o Alberto Vanasco.
En 1946 aparece una plaquette con un único y extenso poema: Campo nuestro.
En 1948 realiza un viaje a Europa con su esposa, que se repite en 1965 siendo éste el último.
Aldo Pellegrini presenta en el número 2, noviembre de 1953, de la revista Letra y línea los primeros poemas que en 1956 compondrán la edición definitiva de En la masmédula.
Un accidente sufrido en 1961 le deja disminuido durante los últimos años de su vida. Muere en Buenos Aires el 24 de enero de 1967.
Nace Oliverio en Buenos Aires, un 17 de agosto de 1891, en el seno de una familia acomodada de ilustres antepasados: «Desciende por su padre -escribe su amigo Ramón Gómez de la Serna en sus Retratos contemporáneos- de vascos de Mondragón -cuya casa blasonada cayó en los bombardeos de la última guerra civil- y por su madre, apellidada Uriburu y Arenales, de los conocidos próceres también vascos». Su infancia transcurre en la capital argentina, aunque muy temprano la grácil economía familiar encamina los pasos del poeta en ciernes hacia la vieja Europa, que paradójicamente seguía albergando el nacimiento de lo nuevo. Cursa estudios en varios colegios en Europa: en el colegio Epsom de Londres y en la Escuela «Albert le Grand» de Arcueil, cerca de París, de la cual, volviendo al relato de RAMÓN, es expulsado al arrojar «un tintero a la cabeza del profesor de Geografía porque habló en su lección de los antropófagos que existían en Buenos Aires, capital del Brasil».
Termina sus estudios juveniles de regreso a Buenos Aires y principia su actividad literaria. Comienza la carrera de Derecho y acuerda con sus padres no abandonar la carrera si consienten financiarle visitas periódicas a Europa en período vacacional. De esta manera, se hacen más frecuentes los viajes a Europa y en ellos entabla relaciones literarias y amistosas con poetas y artistas del continente europeo, que le introducen en los diversos círculos de las nuevas corrientes estéticas. En esa época sus lecturas más estimadas son los poetas simbolistas franceses, los ensayos de ideario decadente de Remy de Gourmont, el Darío de Los raros y la filosofía de Nietzsche. Por esos años, Girondo anda colaborando como corresponsal en diversas revistas porteñas como Plus Ultra y la conocida Caras y caretas. El poeta Jules Supervielle, medio uruguayo-medio francés, le presenta en París a los jóvenes que por esos años ya organizaban las célebres veladas surrealistas
En Madrid, Gómez de la Serna le recibe en la tertulia de Pombo, de donde arranca una espontánea y duradera amistad que fragua años más tarde con la estadía del madrileño en Buenos Aires. Recorre el Nilo y visita las pirámides de Egipto, y en Italia conoce al pintor argentino Emilio Pettoruti. Fruto directo de este periplo viajero (Madrid, Sevilla, París, Buenos Aires, Río de Janeiro) es su primer libro de poemas Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, publicado en una pequeña población francesa en 1922. A propósito de esta época el propio Oliverio informa:
Entre idas y vueltas de Europa -¡he vivido 567 días en el mar!- fundé con mis amigos de «La Púa» un pasquín inédito que se llamó Comedia. Varios artículos publicados en él y otros en Plus Ultra indican que convalecía «de» Barrés. (¡Qué olor a pomo y a gomina!). En un momento de verdadero extravío mental, arriesgué, con la complicidad de René Zapata Quesada, un intento teatral: La Madrastra, melodrama infecto y maeterlinckiano. Después, para redimirme, rompí papel durante varios años. Rompí papel en Edimburgo y en Sevilla, en Brujas y en Dakar, hasta que en 1922 publiqué algunos de los que se salvaron junto con diez hojas de mi «carnet» de croquis bajo el título de Veinte poemas para ser leídos en el tranvía.
Ese mismo año, junto a la obra de Girondo, se publican también Trilce del peruano César Vallejo, Andamios Interiores del mexicano Manuel Maples Arce y Paulicèia desvairada del brasileño Màrio de Andrade, para confirmar la madurez de la poesía vanguardista en América Latina.
Dedica casi en su totalidad el año 1923 a recorrer España y a gestar el que será su segundo libro de poemas, Calcomanías, publicado precisamente en España en 1925. Viaja por el país (Toledo, Madrid, Sevilla, Granada, Algeciras) en burro y en diligencia, sentado, según cuenta, al costado de una muerta. «También viajó -según cuenta Paco Urondo- en el "tren botijo", especie de tren carreta que [...] para en los lugares que el pasajero quiere. Yendo de Valencia a Sevilla paró en Guadix, Granada, donde los gitanos hacen cuevas en las montañas para vivir; allí encontró un Valdepeñas que lo hizo quedar en la juerga gitana durante tres días. Cuando tomó el tren para seguir viaje, un suicida puso la cabeza y Girondo vio un humo rojizo que salía de las vías: era la sangre del desdichado, evaporada por el frío».
De regreso en Buenos Aires, funda en 1924, junto a Evar Méndez y algunos otros escritores y artistas, el periódico Martín Fierro, con el objeto de formar un ambiente preparatorio para el desarrollo de las nuevas corrientes artísticas en el Río de la Plata. En julio de ese mismo año emprende un largo viaje por América y Europa en «misión intelectual» para promover un «frente único» y un «verdadero intercambio de producciones, revistas y libros; ideas, poesía, arte», en países como Chile, Cuba, México o Perú. Su peregrinaje es saludado por intelectuales de la talla de Guillén, Mariátegui o Villaurrutia.
En 1927, tras la polémica con La Gaceta Literaria sobre el «meridiano intelectual de Hispanoamérica», se disuelve el periódico Martín Fierro (su último número apareció el 15 de noviembre de 1927) ante la decisión de algunos redactores de apoyar desde sus páginas la candidatura a la segunda presidencia de Hipólito Yrigoyen, vulnerando de esta manera la voluntad de prescindencia política que sus directores se habían impuesto desde la fundación del mismo.
Acabada la etapa de Martín Fierro, donde colabora esporádicamente con sus conocidos «Membretes», Girondo mantiene su proyecto poético publicando en Buenos Aires en 1932 su libro Espantapájaros. La presentación del libro tiene lugar en Buenos Aires con las exageraciones propias de las manifestaciones vanguardistas. Oliverio hizo una réplica en papel maché del «espantapájaros-académico» que el pintor Bonomi había diseñado para la tapa del libro, el cual fue colocado, según cuenta Norah Lange, «en una carroza coronaria -de esas que llevan las flores y van detrás del coche fúnebre- tirada por seis caballos, con su auriga y lacallos, vestidos según la moda Directorio, apostados a cada lado». Al mismo tiempo alquiló un local en la calle Florida atendido por hermosas y llamativas muchachas para la venta del libro. La experiencia publicitaria resultó un éxito y el libro se agotó en cosa de un mes. El muñeco que durante años presidió la entrada de su casa de Suipacha al 1444, hoy puede contemplarse en el Museo de la Ciudad de Buenos Aires.
En 1937 aparece su el relato Interlunio con el sello de Editorial Sur. El elemento visual se une de nuevo al verbal a través de las oscuras aguafuertes de Lino Spilimbergo.
En 1942 la editorial Losada publica Persuasión de los días.
En 1943, después de una duradera relación, Oliverio Girondo y Norah Lange deciden contraer matrimonio. Por esas fechas ambos comparten sus días entre la quinta de Gwen y la casa de Suipacha al 1444, en Buenos Aires. Oliverio aparece vinculado con los grupos jóvenes que actúan por esos años, emulando al Macedonio Fernández de los años 20 que se integró como uno más con los miembros de Martín Fierro, veinte años más jóvenes que él. La casa de Suipacha que era como un museo de las culturas más diversas sirve durante muchos años de centro de reunión para estos jóvenes: Edgar Bayley, Carlos Latorre, J. Llinás, Francisco Madariaga, Enrique Molina, Olga Orozco, Aldo Pellegrini, Mario Trejo o Alberto Vanasco.
En 1946 aparece una plaquette con un único y extenso poema: Campo nuestro.
En 1948 realiza un viaje a Europa con su esposa, que se repite en 1965 siendo éste el último.
Aldo Pellegrini presenta en el número 2, noviembre de 1953, de la revista Letra y línea los primeros poemas que en 1956 compondrán la edición definitiva de En la masmédula.
Un accidente sufrido en 1961 le deja disminuido durante los últimos años de su vida. Muere en Buenos Aires el 24 de enero de 1967.
Fuentes: Cuba.Europa.com/Poetas latinoamericanos
Melan
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